jueves, 3 de diciembre de 2009

I fear those big words, Stephen said, which make us so unhappy


Este p(r)ost se iba a llamar Lo que duelen las críticas pero he preferido robarle a Joyce la frasecica. Bueno, la verdad esque no tiene título por que está dentro del relato "noviembrero" Caramelos y lo llamo "noviembrero" porque en "noviembre" se me pone una nube de niebla charra a la altura del lóbulo frontal y me salen cosas así. En diciembre me da más por humor y mala hostia combinado a pachas, serán las navidades que cada año empiezan antes, que fluya el cava al menys.

* * *
“Nadando le entró agua en los oídos y desde entonces escuchaba lo que nadie más podía escuchar.”
El primer día el agua fue un pitido y no le dejo dormir. Su madre la tuvo saltando un buen rato a la pata coja, pero nada, la niña solo oía el golpe distorsionado de sus saltos.
El segundo día descubrió algo nuevo las palabras familiares que murmuraba parecían totalmente distintas. Primero probó con palabras que sonaban feas y vio como se transformaban en sonidos que no decían nada.
Cuando veía a alguien discutir, quejarse, llorar o todo lo que nos disgusta, ella cerraba los ojos y oía zumbar las silabas y pensaba en corrientes de abejas, en pájaros, en juegos y no había gritos, reproches, ni dolor, sólo sonido.
Al día siguiente se dio cuenta que las palabras importantes desaparecían y se hacían zumbidos nada era serio, no había gente odiándose ni amándose, había sonido, sólo sonido.
Y que decir del día de fiesta del pueblo, en el que la gente bailaba y ella podía oír todo: música, vueltas, abrazos, pasos, pisotones, risas y “ays”.
Todo se distorsionaba mágicamente formando el perfecto zumbido, mágico y armonioso, hipnotizador de los sentidos.
Cerró los ojos, se dejó llevar y bailó dando vueltas cada vez más y más rápido y de repente abrió los ojos y todo flotó al ritmo armónico del sonido encerrado en los oídos de la pequeña, que cayó al suelo mareada y muerta de risa.
De repente escuchó nítidamente a su madre regañándola y como esta se volvía a disculparse con un señor enfurruñado que le daba voces a la niña “¡Niña! ¡Qué modales!” y otro regañaba a este señor por reñir a la niña y ¡menuda riña!
A medida que el secreto de la caracola en sus oídos despareció y se hacía mayor, la niña aprendió que las palabras muchas veces se regalaban y que otras eran manipuladas por verdaderos maestros y también por verdaderos majaderos. Con destreza los menos hacían música, aunque siempre acababan añorando no poder capturar siempre la belleza. Con normalidad vergonzante los más se dedicaban a hacer lo más indigno con ellas, a lamerlas, a hacerlas chascar en la lengua, a ser sibilinos, serpentearlas y a veces volverlas una espina en la garganta atragantada.
Una vez a esta ya señorita le llegaron al oído la enfermedad de los que no escuchan, palabras de estas que se tuercen, se te retuercen y que se hacen el peor de los dolores.
Y volvió, volvió a pensar en los zumbidos así que no lo dudó y se metió en el agua, aguantó lo más que pudo pero el agua se iba y las palabras torcidas volvían. Siguió nadando tan lejos como pudo. Al fin agotada sintió un miedo eufórico y después se sumergió. Notó como el sonido la arrastraba, dejándose llevar bailó como en la fiesta, el vals sobre de las olas.
***

http://www.youtube.com/watch?v=x0c5UxoBOEE

viernes, 27 de noviembre de 2009

Low Tide

Esta es la historia de un zapato que me encontré en una playa de Edimburgo, de la corona de flores que iba y venía en el cantábrico cerca de a Coruña, del anillo de casado que perdió mi padre nadando en el sur, de alguna historia más como la muerte de Shelley y también por qué no de las compresas a la deriva en la Barceloneta.
Low Tide

Ya baja como cada mañana a la playa la marea.

Hoy tampoco me ha devuelto lo que vengo pidiendo.

¿Se hundió o sigue flotando?

Y cuando subo a casa a descansar

Recupero al fin tu cadáver azul mar,

tu cabello de algas, tu esqueleto coral,

tus ojos perla...

Sueño con el cofre de tu pecho

repleto de tesoros blandos

Y te veo flotando luna arriba, boca abajo

Ya baja como cada mañana a la playa la marea.

viernes, 13 de noviembre de 2009

La unión escritora-cantautor y de lo que de esta nació.

Por fín un relato...auch!

El misterio del humo, el negro ocasional, los cordones y las carreras “accidentales”

Me gusta creer que soy excéntrica, pero no de esa clase de excentricidad de la cual presumen los artistas. Ni tengo un tic, ni visto sólo de un color, ni tengo fobias fuera de lo común, simplemente me gusta vestir de negro cuando estoy melancólica, me gusta llevar un cordón de los zapatos desatado y si ese día me entran ganas de llorar alguna carrera en las medias. Sólo para contrastar la sobriedad del negro con la pequeña imperfección. Es entonces cuando me paro a esperar a que el semáforo se ponga en verde y miro de reojo a ver si alguien repara en el cordón o en la carrera, nunca dicen nada sólo miran conteniendo un comentario que se pierde por que es obvio y breve. Me gusta dejar que se planteen que esas faltas son fruto de la casualidad o de la prisa de esas que sólo se ven en situaciones como la de esperar a que se abra el semáforo.
También fumo, pero no por ninguno de los motivos que la gente fuma. No me pararía jamás en un café a escribir mientras fumo. Me gusta andar rápido con mi cordón desatado y echando el humo por la nariz. Fumo así sólo cuando hace frío, por ejemplo en noviembre cuando el frío apenas te deja respirar. Nunca llevo bufanda y llevo unos guantes que yo misma corté para dejar las falanges asomando y que así se me congelen los deditos. Me encantan los calambres. También me gusta que se me congele la cara y que me lloren los ojos.

La unión escritora-cantautor


Un invierno de humo por la nariz me enrollé con un cantautor y si la mayoría me parecen cretinazos por un odio visceral a cualquier forma de creación que no sea la mía propia de él sólo diré que me pareció bonito lo que cantaba. Lloro en los conciertos pero de la misma forma de la que visto de negro, llevo el cordón desatado o la carrera en las medias. No es que rechace enamorarme, pero me da miedo a pasarme el invierno entero obligándome a fumar y sufrir como sólo sufre lo que escribo. No voy a negar que pensé mucho en los niños feos que daríamos al mundo por culpa de que él escribía de una forma y yo veía el mundo de otra. Ese invierno fume mucho.

El mismo invierno al año siguiente, cajetillas, negro, cordones y medias después


Me forcé a ser un poco excéntrica y entonces entendí la esencia de llamar la atención. Los pequeños accesos de melancolía ya eran tics de excentricidad. Él empezó a leer palabras en recitales en lugar de cantar. El niño feo que surgió de nuestra unión se había partido a la mitad: Su parte se había unido de manera más o menos bella y orgánica a otra (confieso que deseé una criatura de Frankenstein para él con todo mi negro estomago).
Mi parte había sido quirúrgicamente reconstruida y exhibía una feísima cicatriz.

El niño


El niño o relato breve iba sobre un hombre que iba a un bosque, veía árboles y no se qué hostias de repercusiones cósmicas o conciencia del ser.
¡Qué bonito era el suyo!, ¡había hasta una chica que pintaba! Y…y…el hombre iba en coche a un bosque de…pinos. ¡PINOS! Me reí tanto cuando vi el árbol elegido.
El mío intentaba ser bonito, pero me faltaban referencias. Me hubiera gustado describir los colores de ese atardecer en el horizonte de Castilla, tan plano…Pero, en lugar de dibujar con palabras, mi atardecer fue un tordillo que salió a toda velocidad por una chimenea sorprendiendo a todo el mundo en el salón y estrellándose contra la ventana. El atardecer fue ese mismo pájaro aturdido en el suelo y la mancha roja que dejó en el cristal doble. Una mancha que se expandía hasta que en sus bordes sólo se veían la sombra de un poquito de hollín y la suavidad sucia de las pequeñas plumas negras.Mis árboles eran chopos, elegantes y plateados.
Él escribió sobre un coche y pinos fálicos engendradores. Yo, como soy mujer sobre chopos y los ojos de sus pálidos troncos mirando (como en el semáforo) al hombrecillo exhausto que había caminado para encontrarse perdido.
El hombre de su relato volvía al lado de la mujer que pintaba colores en un lienzo.
El hombre de mi relato se quedaba en medio del bosque, paralizado, pensando que estaba demasiado triste como para no fumar.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Donde ya no volveré a verte I

El otro día soñé que me iban a enterrar y creo que fue el día más feliz de mi vida. Había un montón de gente llorando y todo era exageradamente frágil. Estaba pletóricamente pálido y con una sonrisa que quería decir al mundo “joderos”. Lo gritaban en silencio y por eso era tan perfecto porque era un sentimiento sellado en unos labios ligeramente ciruela que hablaban sin la intervención de ningún órgano vivo. El llanto distante de las plañideras sonaba como una canción shoegaze y las notas del piano en el servicio eran como diminutas gotas de lluvia cayendo sobre las briznas de hierba verde intenso del campo como en algún anuncio de agua fresca. Las teclas eran acariciadas como si fuesen finísimos capilares sanguíneos que cuando se pulsaban se rompían en la rojez de una nariz moqueante o en unos ojos hartos de llorar. Preciosísimo, conmovedor y cuando vi a los presentes primero sentí ganas de reír (esto lo haríamos todos si viéramos quien va a comprobar que por fin hemos dejado este mundo) y luego miedo, me preguntaba si se contarían los unos a los otros todas aquellas cosas que había inventado por crear un mundo más estúpidamente/inteligentemente mágico, después de todo soy escritor y así quería que se me recordara. La mierda siempre acaba saliendo a flote pero cuando la abandera una causa literaria pasa más desapercibida y a veces incluso se relame y saborea. Además quería que todos pensarán que mi artificio fue magistral hasta el punto de haberme ido, de haberme colado por el escotillón diciendo “adieu!, adieu!” y que todos siguieran preguntándose qué clase de personaje era ese que había estado en escena.

Continuará
La Generación del CeroNueve

lunes, 12 de octubre de 2009

La Criatura de La Muerte en Venecia


Me senté en el autobús y noté algo húmedo y desagradable entre mis piernas. Todo comenzó cuando vi en mis bragas un moco transparente de aspecto gelatinoso, como el agar-agar de la ensalada china pero más denso. Fue en ese preciso instante que empecé a visualizar unos parpados aleteando frenéticamente, unos ojos medio entornados, cada vez más vivos y brillantes una pequeña lágrima mojando levemente las pestañas y todo se acababa. Se me suele pasar, pero seguí con esa imagen durante cada hora de ese día, mientras trabajaba, mientras andaba, mientras me hablaban, cuando una mujer apretó el dispensador de líquido desinfectante de manos en un baño público. Quise avanzar pero mientras que estuviera en mis bragas la imagen seguiría en mi cabeza. Llegué a casa me duché y la imagen desapareció, en su lugar un anuncio del desodorante fa y unos pezones erectos. Un instante antes de tirar las bragas al cesto de la ropa sucia retuve la imagen en mi cabeza una vez más y esta vez por ser más nueva y distinta me trajo unas pestañas rubias y una sombra verde azulada, no turquesa sino verde suave, una media luna verde que fluía. Tumbada boca arriba desde esa perspectiva vi como lentamente se derramaba sobre mí boca, me cegaba los ojos y daba fin a ese viaje. Me llevé impulsivamente la mano a la barbilla, a los labios irritados a las mejillas encendidas, me froté la cara y empecé a reír animalmente, desperté con la cara llena de baba y gimiendo.
A veces me pasa eso se me colgaba el cerebro y retenía un momento de vacío sobrecogido por una sensación. Hubiera llegado a decir que era normal pero mi condición de escritora no me deja. Entonces las dimensiones cambian, el espacio suena, los colores huelen a cosas y se sienten en el paladar.
Y esto no hubiera sido excepcional sino fuera por que el moco transparente reapareció y la visualización se quedó instalada como una pequeña nubecita en el ojo que me hacía irresistible para los hombres, en los cuales yo sólo buscaba medias lunas verdes y pájaros de plumaje dorado atrapados en un cuarto y reía orgásmica mente por culpa de la excitación y la bella visión.
¿Qué pasará cuando el moco desaparezca? Esa pregunta no me dejaba vivir, era peor que ser “la mujer más atractiva del mundo”, que desquiciar a hombres casados y ver llorar a los más dignos.
Viví con el miedo a perderlo, cada vez olía más fuerte, cada vez más risas orgásmicas, más visiones, más hombres y allí estaba yo llorando como la magdalena más lasciva que pudierais imaginar delante del médico que me pedía que me quitara la ropa y me pusiera una bata.
-Tienes una infección.
Aún en la silla le miré y le dije
-¿y qué?
Después casi no recuerdo nada, se me debió de colgar el cerebro. La mañana que amanecí percibiendo el olor a hospital pensé que estaba volviendo a hacerlo, como escritora metida muy en su papel. Pero en el baño y en mis bragas no había moco.
Así pasé mucho tiempo pensando en volver a ese momento e intenté entrenar mi mente leyendo, viendo un montón de tele y poniéndome minifaldas. Cuando reía delante de un hombre lo intentaba y sólo conseguía miradas aterradas. Me hice a la idea de que el moco jamás volvería, dejé de depilarme ante la posibilidad de no volver a desnudarme y fui el ser gris que era, parcialmente imaginativo. En la desesperación de la noche fui testigo de la pestilencia de los miles de focos infectos que nada tenían que ver con mis piernas y entre todos ellos vi a un joven de bucles rubísimos y de ojos como los de mi visión y si antes nunca había sido capaz, ahora sentía que podía usar la palabra “miembros” para describirle. Cuando estaba a su lado sentí la humedad de mi antiguo moco y cuando de madrugada en su cama cayó desplomado, le abracé y besé gimiendo “Tadzio, Tadzio”.
La Generación del CeroNueve

sábado, 15 de agosto de 2009

Le Vamp


Después de mucho tiempo sigo buscándome, en esta complicada geografía personal. Pero sigo como siempre mirando a mi alrededor, girando mucho y de vez en cuando escribiendo muy poquito por desgracia.
Pero sí, definitivamente tengo que retomar el strip-tease y el exhibicionismo más intimo que ninguna red social me permite.
Os dejo con le vamp, aunque no me gusta mucho...

Y cuando me creías recuerdo,
salí de la noche para morderte los sueños,
Y con polvo de luna en las encías
Te lamía la cara
¿por qué lloras plata?

jueves, 28 de mayo de 2009

Adicciones

Un día froté una lámpara:

Y salió un genio que me concedió un deseo,

Le pedí un desfile mundial dedicado a mi persona: "quiero carrozas como las del día del orgullo, otra como la de la coronación de Isabel segunda y un sequito de pugs vestidos de esmoquin.
También quiero un coro que cante la canción de la champions, un water enorme homenaje ala poesía de esos que dan coloquios vestidos de negro, un hombre disfrazado de rosquilla, una piscina de crema catalana, mucha purpurina, miles de falos gigantes, una bandera con mi cara serigrafiada donde diga "guays populus" y...y..."

Por lo menos fuí original con el deseo, el genio puso cara de fliparla.
"-¿por qué no pides todo el dinero del mundo?
-Pues mira, lo primero, un genio tiene que ser la reostia organizando eventos (esto nos lo enseño Aladdin) y segundo por que me echaría a perder por mi predisposición a las adicciones."

Cuando me levanté del suelo espuma blanca salía de mi boca, tenía un cardado muy "casual" y el corazón me iba a mil, ¡MENUDO VIAJE! ¿sabéis lo que hice? Frotar la lámpara de nuevo que me quedaban dos deseos....

jueves, 21 de mayo de 2009

Homunculus

"Tiró la carta diplomática al suelo y pensó que su fallo siempre había sido que no podía sacar de sí todas esas imágenes tan bellas. Se golpeaba la cabeza y la respuesta era un pitido:

-¿Hay alguien ahí?

Entonces sus ojos centelleantes se posaron en un ejemplar los Cantos de Ezra Pound. También lo había intentado con los fragmentos.

-¡Mira! ¡Ves! ¡Así!

y en ese momento una burbuja subió por su garganta y eructó sonoramente.

-¡Eso es! ¡Brillante! Sí, sí, magnífico.

Quería interiorizar la poesía crear imágenes dislocadas, palabras ásperas en alemán, odas en Inglés, sonetos en Italiano... Se sentó entre sus preciadas imágenes y empezó a abrazar los libros.

-Interiorizaos, entrad en mí...

Se sintió estúpido, sexual, inquieto, genial. Todos los mecanismos respondían y en un trance exquisito empezó a devorar palabras, a saborear versos, a comer a dos carillos libros enteros.
Interiorizó la poesía de los grandes y tras unas horas de digestión el resultado de tal empacho fue una enorme mierda, impublicable."

La Generación del CeroNueve

domingo, 29 de marzo de 2009

El sueño II (un relato a fragmentos)


Un día mamá fue al colegio y mientras yo miraba un libro con hadas de los sueños tuvo una conversación con la maestra. No sé muy bien que se dijeron pero mamá salió llorando y diciendo “¡¡muchos niños los padecen, usted no tiene ni idea, déjenos en paz y métase en lo suyo!!”. Me agarró fuerte por el brazo “mamá me haces daño”, se puso de rodillas y con los ojos bañados en llanto me dijo “cariño, ¿te gustaría cambiar de colegio?”, yo la miré y le dije “mami no estés triste”.
Esa noche después de rezar saqué el libro de las hadas de los sueños, pensé que quizás ellas me defendieran de los angelitos de las esquinitas de mi cama. Encendí la lámpara de la mesilla y abrí el libro, había un duende dibujado con una jarra y encima el titulo: “p…p…e…pe…g…a…a…pega…o…pegao…jos…pegaojos”. El duende entraba en nuestra habitación cuando nos dormíamos y vertía miel en nuestros párpados para que tuviéramos dulces sueños, esa miel se convertía a la mañana siguiente en legañas. Sonreí y le pedí al señor que mandara a pegaojos y que no quería más angelitos.
El señor me hizo caso, pero mi duende llevaba bata blanca. El doctor pegaojos me ponía pegatinas por la cabeza y me decía que allí podía dormir que el se encargaría de que tuviera dulces sueños.
Al principio no creí al doctor pegaojos por que cuando me dormía en el laboratorio del sueño, seguí viendo como me enterraban vivo, como me ahogaban y lo que era peor, mi mamá, se la llevaban.
En el informe el doctor pegaojos escribía sin parar, a veces les podía oír hablar a el y a mi madre:
-¡Pero esque no piensa hacer nada!
-Señora, despertarle ahora tendría consecuencias muy graves.
-Pero, por el amor de Dios es un niño, ¡esque no oye como grita!-decía sollozando entre gritos.
-Por favor tranquilícese, confíe en mi, confíe en el profesional que soy y en mis años de experiencia.
-Esque, es tan difícil, no sé que hacer, hemos pasado por miles de consultas de todo tipo, psicólogos, hipnotizadores, homoterapeutas, ¡ah! Dios, dios me ayuda a llevar todo esto, sino no tendría fuerzas para vivir.
-Tranquilícese, es una terapia que funciona gradualmente, llevamos muy pocas sesiones tratándole, entienda que…
-De acuerdo-se enjugaba las lagrimas-de acuerdo doctor.
El doctor pegaojos, le dio a mamá unas pastillas para ella y otras para mí. Mi madre gritó mucho al principio, pero después aceptó las pastillas.

viernes, 27 de marzo de 2009

El sueño (un relato a fragmentos)

Como no podía ser de otro modo...un sueño son un montón de imagenes dando volteretas en el subconsciente y flotando sobre noviembre.

El sueño.

-¡Mamáaa! ¡Mamáaaa!

De pequeño sufría terrores nocturnos.
Muchos niños padecen esto, pero mis terrores eran especialmente intensos, hasta el punto que mi madre sufría más que yo, ya que por expreso mandato del terapeuta del sueño no podía despertar a su aterrorizado hijo.
Sí, terapia del sueño, mi medico habitual se lo recomendó a mis desesperados padres.
Me trataron sin éxito durante mucho tiempo.
Todo empezó con la visita al baño antes de dormir. Mamá me mandaba cepillar los dientes, allí frente al espejo o sentado en la taza sentía como miles de ojos me observaban, sabía que esperaban a que me quedara dormido para saltar sobre mí y atacarme donde era más vulnerable, en sueños.
¿Qué eran? No sabría describirlos con exactitud, según los médicos eran parte de una inquieta imaginación y producto de nosequé conexiones neurológicas.
Decían que no podían hacerme daño, pero en cada consulta yo insistía que me arañaban y me mordían y lo que era aún peor me mostraban visiones terroríficas que hacían que el momento de ir a lavarme los dientes fuera el más temido de mi infancia.
Antes de irme a dormir mi madre rezaba una oración, “cuatro esquinitas tiene mi cama cuatro angelitos que me acompañan Lucas y Pedro, Juan y Mateo y nuestra señora que está en el medio” Me besaba en la frente y me decía “que tengas dulces sueños los angelitos te protegen”. Al apagar la luz me cubría con el edredón temiendo a los cuatro angelitos que me acechaban silenciosos desde
sus esquinas. No entendía el objetivo de rezar, pero mi madre me decía que debía hacerlo por que el señor me ayudaría y si el me ayudaba yo podría dejar de ser el niño de los ojos azules.
Los niños se reían de mis ojeras y mi profesora desconfiada llegó a plantearse más de una vez avisar a los servicios sociales.

lunes, 23 de marzo de 2009

Drogas


Muy del XVIII, muy romántico, pero ellas no se interesaban por los alemanes.

Nido de cuervos / Fetiche



Lo que cambia un color...

miércoles, 11 de marzo de 2009

Short Bread

miércoles, 25 de febrero de 2009

Color


Colorinchis, parece que ha gustado :)

miércoles, 28 de enero de 2009

Boceto


Bueno falta el color y un par de detalles pero por lo demás esto es la imagen de mi relato.

martes, 20 de enero de 2009

Paciente 2


Mi editora de las SS me va a matar pero hay confianza, de esta que se arregla con unos copazos.
En fín mi paciente 2, a ver que os parece.

Érase una vez un niño de ciencia ficción, un niño a prueba de bombas. Salud de hierro y resistencia de acero.
El niño vivía en un palacio de cristal, ¡qué contrariedad!
El niño no podía jugar con nada por que vivía temeroso, del frágil vidrio. Así que encerró en sus pensamientos un miedo tremendo.
Y cada día recorría el palacio protegiéndolo de todo, se convirtió en su guardián y el niño en su preso.
Así pasaron los años y el niño creció y se convirtió en un preso adulto, un preso plenamente consciente de su cautiverio.
El señor Cautivez, podía observar a través del cristal las casas de los demás y bueno, algunas tenían agujeros por los que salía el humo, otras estaban casi derruidas, pero otras tenían enredaderas que se abrazaban los muros, jardines, risas y niños… ¡niños!
Cautivez soñaba con colores, con plantas y con todo lo que había fuera, pero despertaba muerto de miedo, por su palacio, qué pasaría si se hiciera añicos, si se volviera contra él.
Fue entonces que paso algo excepcional. Un día Cautivez bebió un gran sorbo de agua de una de sus copas de fino cristal y observó estremecido el borde roto y una fina grieta que atravesaba la copa. Paralizado por el miedo y con el vaso aún en la mano oyó un ruido en su garganta, era el cristal.
Un pequeño cristalito que viajaba por su interior reflejando en sus ojos el temor y sufrimiento de tantos y tantos años de cautiverio.
De repente soltó la copa para llevarse las manos a la garganta y la copa golpeó contra el suelo abriendo una gran grieta en el cristal que fue poco a poco resquebrajándose bajo los pies de Cautivez.
“Libre” musitó mientras de su boca brotaba una fuente carmesí. Cautivez se seco la boca y vio en sus manos un color ajeno a su palacio, el que tantas veces había visto a través de la ventana, en besos, en primaveras, en el sexo de las mujeres. Sobrecogido por la belleza del color cayó de rodillas sobre el resquebrajado suelo que se hizo añicos.
Cautivez había roto su palacio de cristal en el suelo rodeado del bello color sonreía mientras sus ojos eran todo lágrimas de cristal, de cristal carmesí. El caleidoscopio más bello que jamás hubiera imaginado giraba en sus ojos, arrastrado por el giro fue perdiendo las fuerzas, y el miedo.

viernes, 16 de enero de 2009

Paciente 1

Esto es una historieta dentro del laaargo laaargo relato que estoy escribiendo, lo dejo como aperitivo ya que como se entere el editorial que estoy publicando cosas que son para ellos me cuelgan o aún peor me hacen escribir más páginas. Bueno todo sea for art's (and artist) sake.

-Mamá, venga siiiiii, por faaaaa.
-Pero si no te gustan cielo.
-Mamiiiiii.
-Venga no seas pesadito.

El niño empieza con su pataleta y su mami se mete la mano en el bolsillo y cuenta las monedas con los dedos, se agacha y le dice al pequeño.

-¿Qué tienes en la oreja?
-¡nada! ¡déjame!
-Uyuyuyyyy hay que ver que sucia tienes la oreja- acerca su mano a la oreja del niño- a veeeer- le pega un tirón y mágicamente saca una moneda de veinte duros de su oreja.
-¡Mamá!
-¡Es magia!

El niño ríe, está enamorado de sus trucos, de su sonrisa, de su mamá.

-Venga, vete a buscar el dichoso helado.

El niño se acerca a el puesto de helados y pide uno de tutti fruti. Del congelador sale un humillo mágico y sale de él una bola de nata helada reluciente al sol del verano, en ella incrustados todos los colores. Un helado de tutti fruti de tutti colore.
Fue una tarde muy feliz y al final la mamá se acabó comiendo los trocitos de fruta, por que al niño solo le gustaba la nata, los colores y el nombre.
Al día siguiente el niño se levantó y su mamá había desparecido. El niño pensó en que su mamá había hecho un gran truco de los suyos. Se tapó los ojos y se los destapó de repente.

-¡Tachan!

Delante del pequeño una enorme caja de madera.

-¿Mami?

El pequeño abrió la caja de madera y no había nada.
A las pocas horas volvió, se puso al lado de la caja mágica cerro los ojos y volvió a desear muy fuerte que su mamá apareciera. Recitó las palabras mágicas:

-¡Abracadabra!

Pero la caja seguía vacía.
Por la noche, el niño daba vueltas en la cama pensando en la fórmula mágica que hiciera a su mamá volver.
Volvió a levantarse y fue avanzado lentamente hacia la caja de madera con los puños cerrados y mordiéndose el labio inferior, abre la tapa y grita:

-¡Tutti fruti!

Y su mamá apareció.

miércoles, 14 de enero de 2009

Agujero y Cristal

Tras el ultimo encargo de mi editora tocapelotas pero adorable, me veo obligada a hacer un sprint en mi último texto, que rabia me da mandar cosas que luego se queda la gente y pasan sin pena ni gloria.
Lo que le mandaré va de un hombre vacio y de cristales y salen magdalenas o algo así.
La cosa esque hoy mientras canturreaba la garota de Ipanema, se me ocurrió la idea.
Además aprovecharé el tirón melancólico y probablemente el fin de semana volveré a hacer mi número cómico de la reina victoria, el indio colonial añejo y la muchacha mejicana llamada Margarita, Margaret para los amigos.