martes, 20 de enero de 2009

Paciente 2


Mi editora de las SS me va a matar pero hay confianza, de esta que se arregla con unos copazos.
En fín mi paciente 2, a ver que os parece.

Érase una vez un niño de ciencia ficción, un niño a prueba de bombas. Salud de hierro y resistencia de acero.
El niño vivía en un palacio de cristal, ¡qué contrariedad!
El niño no podía jugar con nada por que vivía temeroso, del frágil vidrio. Así que encerró en sus pensamientos un miedo tremendo.
Y cada día recorría el palacio protegiéndolo de todo, se convirtió en su guardián y el niño en su preso.
Así pasaron los años y el niño creció y se convirtió en un preso adulto, un preso plenamente consciente de su cautiverio.
El señor Cautivez, podía observar a través del cristal las casas de los demás y bueno, algunas tenían agujeros por los que salía el humo, otras estaban casi derruidas, pero otras tenían enredaderas que se abrazaban los muros, jardines, risas y niños… ¡niños!
Cautivez soñaba con colores, con plantas y con todo lo que había fuera, pero despertaba muerto de miedo, por su palacio, qué pasaría si se hiciera añicos, si se volviera contra él.
Fue entonces que paso algo excepcional. Un día Cautivez bebió un gran sorbo de agua de una de sus copas de fino cristal y observó estremecido el borde roto y una fina grieta que atravesaba la copa. Paralizado por el miedo y con el vaso aún en la mano oyó un ruido en su garganta, era el cristal.
Un pequeño cristalito que viajaba por su interior reflejando en sus ojos el temor y sufrimiento de tantos y tantos años de cautiverio.
De repente soltó la copa para llevarse las manos a la garganta y la copa golpeó contra el suelo abriendo una gran grieta en el cristal que fue poco a poco resquebrajándose bajo los pies de Cautivez.
“Libre” musitó mientras de su boca brotaba una fuente carmesí. Cautivez se seco la boca y vio en sus manos un color ajeno a su palacio, el que tantas veces había visto a través de la ventana, en besos, en primaveras, en el sexo de las mujeres. Sobrecogido por la belleza del color cayó de rodillas sobre el resquebrajado suelo que se hizo añicos.
Cautivez había roto su palacio de cristal en el suelo rodeado del bello color sonreía mientras sus ojos eran todo lágrimas de cristal, de cristal carmesí. El caleidoscopio más bello que jamás hubiera imaginado giraba en sus ojos, arrastrado por el giro fue perdiendo las fuerzas, y el miedo.

3 comentarios:

Antonio D. Resurrección dijo...

Steel & Glass. Como la vida misma.

* Me encantan los poemas visuales.

Recomendeichon:

Armando Zárate. "Antes de la vanguardia". Rodolfo Alonso Editor. Buenos Aires. 1976

Besos

Anónimo dijo...

jo, no soy una editora tan nazi...

te he pillado.

Helena Martín dijo...

jajaja sabes que lo digo con amor, es una coña interna you know?