jueves, 29 de septiembre de 2011

Epifanía Fálica: Otra revelación vacacional

As you know my dears...no suelo escribir cosas de este tipo, pero está bien para variar.

Epifanía fálica: Un relato vacacional

Ese verano me había quemado parcialmente el trasero, lo suficiente como para tener que adoptar posturas extrañas maquilladas con movimientos presumiblemente gráciles.
Llevo casada menos de diez años y eran mis primeras vacaciones sin marido, antes de novios saliamos mucho a la playa. Esta vez mi marido se empeñó en que me viniera sola unos días "nos sentará bien a los dos y así descansas un poco de mi cariño". No sabía salir a la puerta de casa sin él, le cocinaba, le planchaba la ropa, era lo que se dice una ama de casa pero liberada, aunque no me gustaba un pelo eso de compartir tareas, digamos que mi pequeño placer cotidiano y el eje de mi matrimonio era un rol supervisor, bueno eso y los dulces. Si él fregaba los platos, yo les pasaba un pañito al terminar sin que se diera cuenta. Si planchaba la colada, a escondidas la volvía replanchar.
-Venga, a donde te quieres ir_me preguntó, y yo por no hacer mucho gasto le dije
-nada cariño un lugar baratito.
Así es como acabé en un apartamento a menos de cien metros de playa y de calificación cuestionable tres estrellas en la costa del Algarve. No sé por qué pensé que quizás mi marido escogería un lugar más remoto "es el nuevo Benidorm y sin tercera edad bailonga" me dijo sonriendo, yo le contesté con una sonrisa congelada mientras pensaba en zamparme todas las pastas danesas que su madre nos había traido.
El aparta-hotel olía a salitre, la decoración era la del hotel del resplandor con un "twist" más siniestro; las paredes estaban plagadas de cuadros de St Tropez ante los cuales una sólo podía suspirar bajo su pamela de ala ancha con sus gafas vintage a lo Audrey Hepburn, su bolso de rafia y un pareo elegantemente cruzado en el pecho.
La misma mañana en la que llegué, bajé a la playa con mi libro de María Dueñas y le dije al mozo de las tumbonas "cuánto?" Tras especular un poco sobre el precio de las tumbonas accedí a alquilar una en primera línea, el agua estaba algo fría pero me atreví a bañarme, mientras daba saltos circulares y me adentraba un poco en el agua iba sintiendome un pelín más eufórica, quizás porque el agua me había puesto los pezones super-duros y estaba en ese momento de excitación a medio camino entre el dolor y el placer. Sentí un hormigueo que me subía por las piernas y una calidez más que agradable, a mi lado un niño en una colchoneta de un cocodrilo y su madre instandole a que si se meaba hiciese pipí en el mar.
Asqueda, salí del agua no sin antes recibir una tabla de surf en las costillas que me dejó unos minutos sin respiración.
Torpe y con un labio vaginal fuera del bikini me dirigí a la tumbona, tras embadurnarme de crema solar por todas partes menos el trasero por decoro púdico me quedé dormida sobre la tumbona, tras unas horas de placentero sueño regresé al hotel, supe que algo no iba bien cuando escuché al niño del cocodrilo hinchable "mira mama, tiene el culo como un mandril".
"Tranquila, todo OK, relax, uno, dos, tres..." No me hubiera importando ni la calidez de la orina, ni el trasero, ni el "Overlook" apartahotel , nada, si no fuera porque de regreso al hotel vi un enorme letrero en rojo que rezaba "pastaleria", entré y compré medio kilo de pasteis de nata, con su costra de natilla tostada y su crujiente pasta.
Esa noche tumbé panza abajo a ver la tele, llamé a mi marido y no contestó ni al teléfono de casa, ni al móvil.
En una mano un pasteis de nata, la otra estaba ocupada aliviandome un molesto picor en la entrepierna. Llevaba dándome la lata todo el día, pero supuse que era el efecto de la depilación. Solía cuidar mucho los detalles, incluso de casada pasaba por interminables sesiones de limpieza de cutis, drenaje linfático, blanqueamiento anal y por supuesto depilación de pubis. Hasta me hice una vaginoplastia.
Mi marido no es coqueto, pero se fijaba en esos detalles, lo leí en una revista, una revista que compré porque incluía un monográfico sobre parejas e intimidad. Creo que se llamaba "las parejas y la intimidad" o "la intimidad en pareja".
Cada dos semanas me plantaba en el salón Susi y la susodicha me decía "está semana han venido una inyecciones divinas, es lo último en L.A." (pronunciado "el ei").
En la tele emitían un programa de testimonios "Cuando el llegó, mi vida cambió", enfocada en primer plano una mujer, el rótulo a su derecha arriba decía que se llamaba Encarnación, 45, esteticienne. En otro rótulo en la parte de abajo de la pantalla lo que presumía ser una cita de la tal Encarnación: "un pollón me cambió la vida".
Encarnación tenía una sonrisa amplia de las que muestran encía, a veces se llevaba la palma de la mano a la boca cuando estallaba en una carcajada y el público era un gallinero de "uuuuuhhhhs"
"La verdad es que estaba muy contenta con lo que tenía en casa, pero un día me mando a freir esparragos y yo estaba tan deprimida que pensé que no levantaría cabeza...pero no me desanimé y seguí creyendo en el amor. Un día en una sala de baile el profesor de salsa me cogió por la cintura..."
Me había zampado de un bocado el pasteis y la crema rebosaba en mi boca, el picor en la entrepierna se había vuelto más furioso.
"Y fue cuando dije ¡Dios mío! ¡Dios bendito!"
El picor ahora ardía, me fui al baño para mirarme en el espejo y vi que tenía mi perfectamente depilado pubis hinchado y en ese triangulito de vello perfectamente recortado saltaban extasiados unos cangrejillos blancos, miré la mano con la que había estado rascándome y los vi moverse bajo mis uñas.
"¡menudo pollón!"
-¡Hijo de la gran...!_ grité con todas mis fuerzas
En la tele el público se descacharraba de la risa.
Me tumbé en la cama boca abajo porque la quemadura del trasero me limitaba la postura y en ese momento de furia quise un poco de luz,
-Un momento, el apartahotel Overlook de los...
Pensé que a lo mejor el verdadero responsable no había sido mi marido, sino las sábanas de ese lugar inmundo.
Mi marido, mi amado marido llevamos menos de diez años. Me lancé al teléfono farfullando:
-¡Contesta, ma..., mamonazo, ma..., marido!
El teléfono al que ha llamado está apagado o fuera de covertura en este momento, si lo desea deje su mensaje después del tono.
Estampé mi teléfono contra el suelo repugnada al ver que no me había deshecho de los restos de esos moluscos vaginales que se retorcían bajo mi manicura francesa. Ellos parecían ser los únicos en contestarme.
Cogí una cuchilla y me depilé mi "art-pubis" todo un descubrimiento en Miami.
-¡Morir cangrejos del demonio!
Luego empecé a llorar, arranqué las sábanas las colgué de la lámpara. Aún desnuda cogí unas tijeras y me pusé a apuñalar el colchón, hasta que me quedé dormida.
-Hey, tú, la de la vagina calva.
-¿Eh? qué, qué es esto
- Somos nosotros, los cangrejos vaginales que hemos tenido a gusto acompañarte estas vacaciones.
- Málditos bichos inmundos, qué queréis de mi.
- Hombre, pues la contestación lógica a esa pregunta es vivir en tu pubis, pero desde que lo has dejado calvo, ya no nos interesa demasiado.
Tienes un pubis muy bonito, ¿sabes?
- Gracias, me hice una vaginoplastia, me la pagó mi marido fue mi regalo de aniversario.
- ¿Vagino...quéee?
-Va-gi-no-plastia, consiste en recortarse la piel de los labios vaginales para que la vagina tenga una apariencia más...eeehm...estética.
- Suena muy doloroso, queremos decir una operación quirúrgica con su anestésia, su postoperatorio, sus más que probables infecciones...y creenos, las infecciones aquí abajo son muy comunes. Que a nosotros nos encanta una vagina sucia, fea, llena de pliegues y peluda ¡eh!
- Supongo, que entonces os hubiera encantado como era antes de la operación. Tenía una vagina feísima.
Mi marido lo decía "no quiero practicarte el sexo oral, es tú vagina, no yo"
-Nosotros que de esto sabemos un rato, sabemos que fisiológicamente todas son iguales. Bellas, un lugar ideal para vivir.
-Ahora, da igual bichos inmundos, no se si mi marido me la pega.
-Comprenderás que gracias a esas aventurillas, nosotros viajamos y conocemos genitalia. Así que no tenemos nada en contra de tu marido.
-Si tan sólo pudiera saber quién, quiero decir de dónde venis.
-Nuestro origen es muy remoto, hemos pasado por muchos pubis.
-Sí, pero quién fue el último.
-No lo recordamos. De todas formas estamos encantados de que nos lleves contigo.
-Se puede ser más patética, mi única compañía vacacional son estos cangrejos vaginales.
Se puede saber qué diablos hago yo haciendo hablando con vosotros. Estoy volviendome loca, ¡estoy hablando con mi pubis!
Lo que yo no sabía es que estaba delirando, es lo que tiene las infecciones, te dan una fiebre horrible. Creo que una sobredosis de azúcar y la indigestión a pasteis de nata también ayudo a crear el "setting" de esa cómica fantasía.
Me levanté envuelta en sudor, vomité hasta quedarme sin fuerzas y salí a la terraza del apartahotel.
La brisa del mar me envolvió y tuvé una revelación, susurré:
-¡Quiero un pene!
Me quedé perpleja, no me entró la risa ni nada, por primera vez en mucho tiempo me di cuenta de las gilipolleces que había hecho por culpa de mi vagina, por mi marido, por amor.
¡Qué va! era por culpa de su pene.
Pensé en Encarnación, la señora del talk show "un pollón me cambió la vida", lo entendí todo las risitas nerviosas de las señoras del público eran subconscientes reprimidos y liberados en forma de acto involuntario, una pista que les decía que ellas también querían un pene. ¡Todo el mundo lo quiere!
En cuanto abrieron las tiendas me planté en un sex shop cuya dirección encontré en internet.
-Hola buenos días, quiero un pene.
-Perdone, no hablo su idioma.
-¡Vamos! ¿no sabe lo que es un pene?, ¿una polla?
Sorprendentemente el dependiente me miro como escandalizado y sorprendido.
Me puse la mano en la entrepierna y moví el dedo indice. El hombre seguía con esa mirada de incomprensión en su cara, yo seguí diciendo:
-pero como el dedo no, más gordo, un buen pene.
Al rato trajo toda clase de vibradores, dildos, consoladores etc. Frustrada, cogí uno de ellos color carne, me lo puse en la entrepierna y dije:
-Esto, esto, pene, ¿lo ve?, ¿me entiende?
-¡AAaah!
Al rato me trajo una braga con un enorme falo de plástico.
-¡Por fín! eso, eso es lo que quería. ¿Me lo puedo llevar puesto?
Al rato tenía un bulto enorme bajo mi pareo y una gran sonrisa en la cara.
Lo que hice el resto de mis vacaciones fue disfrutar, los cangrejos desaparecieron al día siguiente de depilarme.
Tuve que soportar alguna que otra mirada grotesca, sobretodo cuando estaba en alguna terraza, me gustaba imitar a Sharon Stone, los hombres me miraban ojipláticos, entonces ¡zas! golpe de gracia final, les guiñaba un ojo pícaramente.
Porque lo creáis o no yo podía ver en esas caras un igual, un "¡dios mío qué pollón!" y era entonces cuando algunos inclinaban la cabeza para saludarme con respeto y yo sonreía, una sonrisa de tener pollón.
Todos esos relatos de gente que se pierde, sale de su entorno y tiene una revelación, todos esos relatos me parecían tan cercanos.
En cuanto a mi marido, me llamaba cada día como si supiera que algo era distinto. Me decía "te noto en la voz que estás muy cambiada, te están sentando bien las vacaciones". Él no se imaginaba lo bien que me estaban sentando.
Antes de volverme de vacaciones paré en la "pastaleria", compré pasteles para mi marido, yo ni siquiera los miré.
Cuando volví a casa mi marido aún estaba en la oficina, yo me puse un batín de seda, me acerqué a la cadena y pusé a Maurice Ravel.
Mientras tarareaba el bolero mi marido entró por la puerta, le miré, él me miró y le empujé contra la pared.
-Perdona cariño_ me dijo
-Ponte de rodillas_ le dije con una determinación inusual en mi.
Me abrí el batín
- ¡Dios mío! pero qué...
-Trágatela
Seguí tarareando el bolero mientras mi marido se ahogaba entre lágrimas y saliva. A veces la sacaba de la boca y le abofeteaba con ella.
-Ahora ponte a cuatro patas.
Toda una revelación, desde ese día no volví a saber nada de aquellas voces febriles, infecciones, dulces, blanqueamiento anal, affairs etc. Tampoco volví a necesitar la polla de plástico, porque en mi entrepierna donde hubo una bonita vaginoplastia ahora había todo un pollón.
Encarnación estaba en lo cierto, a veces me imaginaba transmitiendo mi sabiduría a todas las mujeres por la tele con el rotulito verde abajo en la pantalla "un pollón me cambió la vida", o en el salón de convenciones de un hotel de calificación cuestionable tres estrellas del Algarve.

martes, 26 de julio de 2011

Separación

-Imaginen por un momento que son capaces de lo siguiente: discernir principio y fin, y en un afán no egoísta descubren que estos dos conceptos no son más que partes separadas.

“Si deciden acabar conmigo, córtenme en dos y mezclen mis pedazos con los de mi amante.”

Esta última frase fue la que tomo el periódico y por la que la descuartizadora pasó a la negra historia criminal.

Cuando salió de casa el día que decidió hacer su visión utópica realidad, llevaba la cabeza de su amante bajo el brazo, el aire de la calle le hizo tener dudas y en un momento de pánico la cabeza se le cayó al suelo perdiendo un diente. En ese momento una mujer en silla de ruedas a motor bajaba a toda velocidad la calle sin un zapato, se detuvo donde estaba la paralizada descuartizadora y ambas se miraron, entonces la mujer en la silla de ruedas señaló un punto en el suelo, la descuartizadora se inclinó para mirar y coger el diente perdido, después rompió a llorar como a quien se le escacharra un juguete, hundió la cabeza en su pecho y la mujer en silla de ruedas le dijo “es muy guapo”.

La gente que se cruzaba por la calle volvía la cabeza ante la grotesca escena, muchas parejas se abrazaban en una postura protectora del estupor y ella pensaba en lo afortunada y envidiada que era. Siguió hasta el metro, sentó la cabeza a su lado e intentó colocarle el diente, la gente a su alrededor estaba paralizada, no sabían si aquella escena era real.

Se bajó en el parque, compró sandwiches en un puestecito y bajo la sombra de un árbol almorzó, luego recostó la cabeza en su regazo y allí permaneció feliz hasta que la arrestaron.

...

-Él y yo solíamos ir a los parques como el resto de parejas, a besarnos y a intuirnos por encima de la ropa, amándonos en la pudorosa cubierta de un montón de fibras, como las del propio cuerpo humano.

Apretándonos en un intento de no ser partes y formar un todo y nos creíamos tan divinos que podíamos intuir ese momento de totalidad al que nunca alcanzaremos, porque básicamente, el cuerpo físico tal y como lo conocemos y nacemos nos lo impide.

Con los ojos cerrados o abiertos pero ciegos, nos veíamos el interior fluir, el corazón latir, regando todo el cuerpo a intuitiva velocidad, llenando cada cavidad, inflamándolo todo. En espasmos de vida, las manos se nos movían sin darles ordenes.

Él ponía su cabeza en mi regazo.

Un día tuve una visión, ¡qué regalo! Ví como su cabeza se le desprendía del cuerpo ¡pop!. Yo la acariciaba como si fuera una mascota, le decía todo el amor que sentía por él y su cabeza me entendía, la metía bajo mi falda, me hacía reír, la acercaba a mi pecho y la mecía en mis brazos. La podía llevar a donde fuera, la gente nos miraba en el metro y les oía admirar mi suerte por tener su cabeza conmigo y yo elegía besarla y colocarla en un estante del salón o sobre un cojín en mi cama.

Por otra parte vi su enorme cuerpo, sin mi ayuda tropezaba constantemente, por eso yo era su guía, bailábamos, nos abrazábamos y hacíamos el amor_ hizo una pausa para suspirar tan hondo que su emoción se volvió un poco contagiosa.

¿Serían capaces de hacer el regalo más generoso? ¿de dar el principio y el fin?

¿Qué pasará cuando tengan que renunciar a una de las dos partes? Si es que todos tenemos que separarnos, no es mejor hacerlo así en un todo divisible_ algunos intentaban mantener la cabeza fría pero hubo un miembro en ese jurado que tuvo que ser declarado nulo porque se puso en pie a aplaudir con los ojos llenos de lágrimas, por despiste y por contagio más gente se sumó al aplauso.

-Aunque me costo mucha fuerza y a mitad de trabajo cuando ya no sabía que era sangre y que lágrimas, cuando no sabía si esa sangre era mía, que en cierta manera lo era, o porqué hacía eso, me entró miedo. Cuando terminé, supe que había hecho bien. El corazón me latía a mil y sabía que mi revelación era cierta, que ahora en dos era principio y fin. Nunca tendré las suficientes palabras para agradecerle lo generoso que fue.

La separación no es algo definitivo, sino el principio de una forma de amar tan generosa que no estamos preparados para ella.

¡Qué fácil es decir “Dámelo todo” o “seamos uno”! Imaginen por un momento que son capaces de lo siguiente: discernir principio y fin, y en un afán no egoísta descubren que estos dos conceptos no son más que partes separadas.

Si deciden acabar conmigo, córtenme en dos y mezclen mis pedazos con los de mi amante. Muelan mis huesos y que mi polvo se mezcle con el suyo por siempre.


jueves, 7 de julio de 2011

Un, dos, tres, al escondite inglés.

Mi escondite preferido

es la reserva con la que sientes.

Un silencio extranjero

de lengua húmeda y familiar

gira en mi, girando todo mi cuerpo.

Gira su cabeza para mirar

adonde está mi escondite,

aprieta los labios en consonantes mudas,

en vocales que sólo saben gemir.

Cuando soy una masa de carne

apretada contra el pecho firme,

oigo a esa pared temblar

y la reserva con la que sientes

permite que entre por un agujero en tu cara.

Nos convertimos en enredaderas,

nos atragantamos, crecemos.

Mi escondite, reserva y raíz

naces en el pecho y creces por todas partes

abrazándote a nuestros cuerpos.

Cuando soy una amalgama de hojas

apretada contra una pared

oigo la vida crecer

en el escondite de una lengua extranjera.



*Posteado con toda la vergüenza del mundo porque la poesía no es lo mío

viernes, 17 de junio de 2011

Un trocito del Heath

Pues nada, os dejo un trocito mierdero de mi poesia mierdera...

* * *

En el mismo suelo

en el que cavando te encontré

me encuentro muda como ayer

extiendo el brazo

pero mi compañero de lecho

es un montón de hojas, hierba e insectos

me giro para llenar ese hueco

pero soy sólo yo

soy sólo un cuerpo

(...)

lunes, 6 de junio de 2011

Me tumbo en el suelo de mi habitación y veo mi cuerpo en descomposición

No sé como sentirme ante esto que he escrito, en fin para eso están los lectores, puede que se me haya ido para no volver...la pelota, digo:

Me tumbo en el suelo de mi habitación y veo mi cuerpo en descomposición:

Un profesor de filosofía dijo una vez en clase que no se pondría en nuestro pellejo, que la nuestra era una edad muy difícil, luego profundizó en el tema argumentando por qué había dicho eso. Todo el mundo sabe lo de la inseguridad y los complejos y el profesor sólo soltó un puñado de tópicos estúpidos que pusieron a parte de la clase en contra de lo que decía, a otra parte totalmente a favor y luego, otros como yo ignoramos la mayor parte de lo que se dijo porque en general todo nos daba igual.

Era un día gris británico de otoño en esta parte del sur del país, volví a casa fumando un cigarro , sorbiéndome la nariz y pensando en la chica que me gustaba. Me excitaba muchísimo y a la vez me confundía, tenía que ser mía a toda costa. Yo me dedicaba a hacer el payaso y a aparentar que sabía muchísimo de toda la música de mierda que ella escuchaba. Ella me decía que le gustaba como vestía con ese abrigo con botones cruzados de paño negro dos tallas más grande.

Pero lo que se te pasa por la cabeza cuando la ves besuquearse con el asqueroso de turno, no es lo que sentías cuando te acompañaba a fumar a escondidas. Ese día me la encontré besándose con aquel tío, él estaba empalmado y le metía la mano entre la falda del uniforme en lo que parecía un intento de pellizcar más que acariciar. Abrían mucho la boca y tenían que parar para secarse la baba, fue en uno de esos parones que se percataron de que estaba allí fumando junto a ellos, en ese sitio que había sido nuestro escondite.

-¿qué miras pervertido de mierda?

Fue lo que me dijo ese imbécil y ella soltó una carcajada.

No tenía ganas de volver a casa, por eso en el camino paré en el cementerio, un cementerio victoriano más del sur de Inglaterra, lleno de urnas, frases en latín y angelotes que parecían haber llorado durante muchos años, pero que en realidad no era más que la erosión y manchas de humedad en la piedra que un día fue blanca y hoy gris. Me tumbé sobre una lápida y miré a uno de esos angelotes.

-¿qué miras pervertido de mierda?

Debería haberme sentido miserable, pero el recrearme en esa miseria me hizo un poco feliz.

Después de llorar durante un rato y babear como un imbécil, me quedé allí dormido.

Lo que soñé fue extraordinario, había un hombre desenterrando todos los ataúdes con unas manos pálidas de dedos delgados, sus dedos se hundían en la tierra negra y conseguía sacar unos cuantos ataúdes, luego abrió algunos y cuerpos blanquísimos, huesudos y membranosos caían entre sus brazos, el hombre los incorporaba como podía, decía cosas sin sentido de las cuales sólo pude entender un grito:

-¡Corred, sois libres!

Entonces me desperté de golpe y comencé a chillar, del miedo me había meado encima, desorientado me dí un golpe en la cabeza con el angelote de piedra.

-¿Está muerto?_ distinguí en una voz a lo lejos

-Qué va, el hijoputa sólo tiene un golpe en la cabeza.

Me llevaron a mi casa.

-Podías haber muerto de frío, imbécil_ me gritaba histérica mi madre entre abrazos y pescozones.

Ese día estuve en la cama y me di cuenta de que había algo que no encajaba, era como si de verdad no sintiera nada. Me había dado un golpe tremendo en la cabeza, tenía la frente enorme y un ojo casi invisible entre una amalgama de carne morada, pero no me dolía.

El resto del día lo pase durmiendo, pensé que todo era por culpa de los calmantes.

Mi madre me levantó para ir a clase, mientras desayunaba, ella me echaba una pomada en la frente y en el ojo hinchado, después de un momento incómodo de palpar aquí y allá, se retiró extrañada:

-¿No te duele?

-No

Siguió echándome aquella crema apestosa con más firmeza

-¿No te molesta si te aprieto aquí?_ decía mientras hundía sus dedos en la blanda carne de mi enorme sien.

-No

-Bueno, me imagino que ahora me pondrás alguna pega para no ir a clase...

-No

-Al menos podrías vestirte de otro color que no fuera negro, te hace muy pálido.

-Adiós mamá.

De camino al colegio pasé delante del cementerio y un cosquilleo placentero me recorrió todo el cuerpo. Al llegar a clase el imbécil que estaba con mi chica, se me acercó y me dio un golpe en aquel bulto enorme de mi sien. Lo que hubiera desencadenado un dolor agudo sólo produjo una respuesta indiferente por mi parte y esto molesto increíblemente al imbécil.

-¿Qué te pasa subnormal?

Y aunque intenté mirarle con asco sólo me salió levantar la cabeza y mirarle fijamente. Sorprendentemente él se puso pálido y no respondió, se alejó corriendo para encerrarse en el servicio. Me encogí de hombros y entré en clase.

Luego me enteré que el muy imbécil fue contando que mi cara se había movido, aunque me dio igual.

Volví a casa y decidí parar en el cementerio, el sueño del hombre loco me había dejado descolocado y a lo mejor en ese sueño estaba la respuesta a lo dejar de repente de sentir. Me tumbé en la lápida donde me quedé dormido el día anterior.

He dejado de sentir, me di cuenta en la clase de filosofía, el profesor seguía con el mismo tema y descubrí que su reflexión ya ni siquiera me producía indiferencia, he llegado a un estado absoluto de ausencia de emociones, quizás era lo que siempre había querido, pero ya ni siquiera sé lo que es el deseo. Ser más fuerte que nadie, saber que probablemente por no sentir nada lo fuera en verdad no me producía ninguna satisfacción. Me incorporé y empecé a forzar la cara hasta dibujar una sonrisa.

Alguien me vio, soltó un grito de terror y salió corriendo.

No os imagináis lo difícil que es describir todo esto, ahora que no siento nada.

Efectivamente el bulto en mi cara se movía y de la noche a la mañana desapareció. Mi madre se empeñó en llevarme al médico porque como era de esperar un golpe tan grande en la cabeza tendría sus consecuencias.

Desde que le dije que era incapaz de sentir estaba preocupada de que tuviera algún tipo de lesión cerebral o amnesia de emociones si es que eso era posible.

Volví a pensar que en esa situación era más poderoso que el resto de personas, pero no era un sentimiento de euforia, ni de superioridad, simplemente lo sabía y me daba igual.

En los escáneres no vieron nada.

Mi situación en clase cambio, la gente me tenía miedo, no comentaban nada sobre mi, ni se acercaban, pero la chica que me gustaba pensó que era misterioso.

Un día me llevó donde fumábamos a escondidas y me dijo:

-Dicen que no sientes nada...

No supe que contestar, ella sonrió y respondió por mi metiendo su mano en el interior de mis pantalones y masturbándome.

-Sabía que era un bulo...

Después de un rato, eyaculé. Pero no sentí nada, mis funciones corporales estaban perfectas y por eso con la estimulación pasó lo que tenía que pasar y lo peor es que la chica se dio cuenta.

Me miro fijamente, asustadísima, qué sentiríais vosotros ante algo así, ni aunque me lo pudierais describir acertaría a recrearlo.

-Estás...estás..._dijo sollozando_ ¡estás muerto!

Sólo acerté a decir:

-Gracias_ y en verdad estaba agradecido, estaba tan por encima de todo lo terrenal que no me había dado por pensar que en realidad todo esto que me pasaba era un asunto meramente terrenal. A todos nos llega y a mi me llegó en vida, ¿pero cómo? La última vez que sentí algo fue en el cementerio, así que me fui para allá y observé en la lápida donde había yacido y nunca mejor dicho, unas larvas como babosas de caracol, grandes, blandas, amorfas, viscosas y de color gris arrastrándose hacia mi, de repente mi cabeza comenzó a latir, como si alguien llamara desde dentro a fuera, la muy condenada debía de haber estado moviéndose en mi y por eso nadie la podía ver, ni siquiera los escáneres médicos la habían detectado. Lo que la gente si había podido ver es mi mirada, lo que había detrás de ella era un misterio.

Corrí a casa y me miré en el espejo del baño, y lo vi, no había nada, nada de nada.

No sentía desesperación, estaba tranquilo, podría haberme permitido pasar por este mundo siendo un superhombre, pero elegí, por voluntad propia y por el bien de los demás, acabar con esto. Cogí las tijeras del botiquín e intenté recordar desde donde habían llamado a la puerta, intenté ser frío, quirúrgicamente preciso, pero cuando saqué un cachito de aquella babosa empecé a sentir dolor y a recordar lo que aquella chica me hizo en el patio de atrás y las ganas que tenía de atizar al imbécil con el que estaba enrollada y la precisión quirúrgica se convirtió en un estropicio, así que probé con otro acceso directo: los ojos, oí chillar al asqueroso bichejo en mi interior.

Pero fue demasiado tarde, mi madre me encontró y ahora sueño y siento cosas sólo a veces por eso soy capaz de terminar esto y de contaros mi historia.

Por eso ya no me aterra el hombre que desenterraba a la gente y les susurraba a sus cuerpos blandos e inútiles “¡corred, sois libres!”

domingo, 22 de mayo de 2011

De como hacer brotar palabras de la lengua

“mírame, mírame, mírame”_ decía mentalmente clavando su mirada en el cogote de aquel chico mientras masticaba en un lado del patio un sandwich.

Si por casualidad él miraba, se tapaba la boca y desviaba la mirada hacia otro lado. Ese mismo día en ese mismo instante en el que él se giró para mirarla, ella se volvió a tapar la boca y se mordió por accidente la lengua tan fuerte que una lagrimilla se le escurrió por el rabillo del ojo.

Quería escupir la sangre, pero él no dejaba de mirarla y la sangre se fue repartiendo por toda la cavidad de su boca, haciéndose espesa, mezclándose con su saliva y bajando lentamente por su garganta. Un momento delicioso.

Cuando volvió a casa se miró la lengua en el espejo estaba hinchada y rosada, se ruborizó ante esa imagen y luego se llevó un dedo a la boca.

“mírame, mírame, mírame”_ volvía a decir, esta vez con el sandwich a un lado. Pero él no miraba.

Entonces, dijo su nombre en bajito y por casualidad más que porque él la hubiera oído, se giró. Un nombre que comenzaba por consonante dental, un leve roce que le abrió la herida de la lengua y de ahí volvió a brotar el mismo sabor.

En todo el tiempo que estuvieron en el mismo instituto nunca se atrevió a decirle nada, pero ella nunca se olvido de él.

Ya durante su juventud salió con algún que otro chico, pero insatisfecha nunca llegaba a tener esa sensación que a veces y en secreto rememoraba mordiéndose con fuerza los labios, o la lengua.

El tiempo pasaba y ella se cansó de ver a hombres, aunque pensaba muchas veces en el amor. Cuando ese sentimiento se quedaba con ella todo el día se mordía y se le pasaba.

Había empezado a tener problemas de vocalización y el médico temía que terminará en atragantamiento por eso la puso bajo su estricta vigilancia y ella era un poco más feliz. Cuando le examinaba la boca y la lengua no podía evitar excitarse y gemir. Pero el médico siempre atribuía esos sonidos al dolor, la consolaba y la inflaba a medicación.

Las pastillas no le gustaban porque una vez tras tomarse la medicación le dio por pensar demasiado y preguntarse por qué hacía eso, por qué no paraba, en definitiva lo que el médico llamó ataque de pánico cuando la vio plantada en la consulta jadeando y con sólo un abrigo encima.

Transtorno bipolar del tipo I, una época de internamiento y vigilancia. A ella no le molestaba precisamente estar internada, lo que no podía soportar era ir día y noche con una mordaza y pensar y pensar tras haber tomado su medicación. Por eso precisamente tuvo otro “ataque” y en un descuido casi se corta la lengua:

-Pero doctor_ decía ceceante_ha sido un accidente. Me asusté al ver que llevaba tiempo sin sentir nada.

Le cambiaron la medicación y se pasaba el día durmiendo y atada. Cuando el doctor la visitaba para examinarla seguía gimiendo. Por eso decidió cambiarle la dosis “esta parece producirle ansiedad”.

No diría que ella no era feliz, pero tampoco lo sabía muy bien.

El tiempo pasó y como era lógico se fue recuperando, ahora tenía una doctora.

-Le confieso que tengo ganas de volver a mi vida, a mi rutina, ver a algún chico_ sonrió

-Eso es bueno, querida.

-Tengo ganas de salir y...hacer cosas_ se paró para mirar el gotero con el que la alimentaban_ doctora.

-¿Si?

-Cree que podría comer un sandwich.

La doctora sonrió:

-No veo que mal te podría hacer eso.

En su habitación ya vestida alguien llamó a la puerta, ella hacía su maleta.

-Sí, pase por favor_ dijo siguiendo a lo suyo.

-La doctora, quería darle una sorpresa_dijo aquel chico vestido de blanco.

Ella se giró y le vio a él.

-Un sandwich_ dijo levantando una tapadera y sirviéndole el sandwich.

Idiotizada cogió el sandwich entre sus manos y lo dejó a un lado.

-¡Espera!

Él se giró.

-Podrías quedarte, me vendrá bien algo de compañía.

El chico la observó reconociendo en esa chica algo familiar, luego pensó que era una paciente más a la que probablemente ya hubiera asistido.

Aun así, siguió mirándola intentando reconocer esa cara tan familiar. De repente, vio como de las comisuras se le escapaba un líquido espeso y carmesí.

Entonces ella se desvaneció en la cama y él se apresuró a su cama, le colocó las manos en la cara.

La sangre le bajaba caliente por el cuello acariciándola suavemente, él abrió la boca y con cuidado le metió los dedos.

Ella entornó los ojos y él suplicante gritaba:

-Mírame, mírame, mírame.

Ella le miró.

Entre espasmos y gorjeos, nadie oyó las palabras brotando vivas y rojas de su lengua: “llevo toda mi vida esperando que esto pasara”.

viernes, 6 de mayo de 2011

Mañana tendré las piernas moradas

La verdad es que no sé como titularlo...

Hay un bulto que fluye por el cauce del río, lo vimos pasar hace unos metros y empezamos a correr tras él. Aunque es complicado mantener el equilibrio porque la vega está húmeda y el suelo resbala nos decidimos a seguir al bulto cuando ibamos a besarnos a escondidas debajo del puente, yo iba a cerrar los ojos del todo todo y fue cuando la chaqueta del bulto se quedó por un momento enganchada en unas ramas, como el río baja con tanta fuerza en esta parte de su cauce siguió flotando arrastrado por la corriente. Me dió tiempo a decir “¡mira!” y justo después fuimos a su encuentro.

Casi sin aliento corremos detrás del bulto y especulamos:

-seguro que es sólo una chaqueta.

-¡No! La chaqueta tiene algo dentro está como inflada.

-Pues entonces es un espantapájaros de una de las huertas de la vega.

-No, no puede ser en esta época.

-Precisamente, alguien se habrá librado de él.

-¡Cómo en las pelis de mafiosos! Pies de plomo.

-Nooo, del espantapájaros.

-Es un apodo genial para un soplón. ¡Corre! Que nos lleva ventaja

Seguimos como podemos entre la maleza de la vega, ramas y hojas se enganchan y me trepan por el vestido.

-¿Qué pinta tendrá un muerto?

-Son muy feos y huelen mal.

-Eso es en las películas para impresionar.

-Son azul-morado-verde como la evolución de un moratón, pero todo junto.

-¿Cómo es un ahogado?

-Depende del agua

-El agua es incolora imbécil

-Entonces son incoloros

Este chico me ha gustado de siempre, no sé lo que se siente al dar un beso...

-¡Quieres darte prisa!

La chaqueta cada vez corría más rápido y pareció dar un bote en el agua.

-He visto una mano, ¡una mano!

-Seguro que es un pez

-Las manos de los ahogados parecen peces

-¡Sí ya! y los ojos perlas.

- Anda corre.

Sigo corriendo y pienso en los besos, en que dentro de poco lo sabré, cuando acabé la estupidez está de perseguir una chaqueta por el río, a qué sabrán, de qué color se te quedan los lábios después de besar, si me abrazará, si se hinchará... Corro tan rápido como puedo, tropezando y golpeandome con todo, mañana tendré las piernas moradas.

Ya no siento casi la respiración y el corazón va tan fuerte que lo oigo golpear en mi oido.

-¿Dónde estás?

No me contesta y yo sigo llevada por los besos que me arrastran a una boca enorme y húmeda, tan grande que me moja entera y me quita la respiración, el corazón ya es un murmullo fuera de mi y me siento tan agusto arrastrada por esa imagen borrosa. En mi boca el sabor a humedad que entra por todas partes, nariz, oidos. ¡Cómo me acaricia el pelo!

Oigo tu voz

-Abre los ojos

Cómo te explico yo ahora que me da vergüenza besarte con los ojos abiertos, lo haré por tí, entreabro los ojos y estás como en un cielo.

Su boca baja a mis labios y me calo hasta los huesos, a mi lado una chaqueta negra, sólo una chaqueta.