domingo, 29 de marzo de 2009

El sueño II (un relato a fragmentos)


Un día mamá fue al colegio y mientras yo miraba un libro con hadas de los sueños tuvo una conversación con la maestra. No sé muy bien que se dijeron pero mamá salió llorando y diciendo “¡¡muchos niños los padecen, usted no tiene ni idea, déjenos en paz y métase en lo suyo!!”. Me agarró fuerte por el brazo “mamá me haces daño”, se puso de rodillas y con los ojos bañados en llanto me dijo “cariño, ¿te gustaría cambiar de colegio?”, yo la miré y le dije “mami no estés triste”.
Esa noche después de rezar saqué el libro de las hadas de los sueños, pensé que quizás ellas me defendieran de los angelitos de las esquinitas de mi cama. Encendí la lámpara de la mesilla y abrí el libro, había un duende dibujado con una jarra y encima el titulo: “p…p…e…pe…g…a…a…pega…o…pegao…jos…pegaojos”. El duende entraba en nuestra habitación cuando nos dormíamos y vertía miel en nuestros párpados para que tuviéramos dulces sueños, esa miel se convertía a la mañana siguiente en legañas. Sonreí y le pedí al señor que mandara a pegaojos y que no quería más angelitos.
El señor me hizo caso, pero mi duende llevaba bata blanca. El doctor pegaojos me ponía pegatinas por la cabeza y me decía que allí podía dormir que el se encargaría de que tuviera dulces sueños.
Al principio no creí al doctor pegaojos por que cuando me dormía en el laboratorio del sueño, seguí viendo como me enterraban vivo, como me ahogaban y lo que era peor, mi mamá, se la llevaban.
En el informe el doctor pegaojos escribía sin parar, a veces les podía oír hablar a el y a mi madre:
-¡Pero esque no piensa hacer nada!
-Señora, despertarle ahora tendría consecuencias muy graves.
-Pero, por el amor de Dios es un niño, ¡esque no oye como grita!-decía sollozando entre gritos.
-Por favor tranquilícese, confíe en mi, confíe en el profesional que soy y en mis años de experiencia.
-Esque, es tan difícil, no sé que hacer, hemos pasado por miles de consultas de todo tipo, psicólogos, hipnotizadores, homoterapeutas, ¡ah! Dios, dios me ayuda a llevar todo esto, sino no tendría fuerzas para vivir.
-Tranquilícese, es una terapia que funciona gradualmente, llevamos muy pocas sesiones tratándole, entienda que…
-De acuerdo-se enjugaba las lagrimas-de acuerdo doctor.
El doctor pegaojos, le dio a mamá unas pastillas para ella y otras para mí. Mi madre gritó mucho al principio, pero después aceptó las pastillas.

viernes, 27 de marzo de 2009

El sueño (un relato a fragmentos)

Como no podía ser de otro modo...un sueño son un montón de imagenes dando volteretas en el subconsciente y flotando sobre noviembre.

El sueño.

-¡Mamáaa! ¡Mamáaaa!

De pequeño sufría terrores nocturnos.
Muchos niños padecen esto, pero mis terrores eran especialmente intensos, hasta el punto que mi madre sufría más que yo, ya que por expreso mandato del terapeuta del sueño no podía despertar a su aterrorizado hijo.
Sí, terapia del sueño, mi medico habitual se lo recomendó a mis desesperados padres.
Me trataron sin éxito durante mucho tiempo.
Todo empezó con la visita al baño antes de dormir. Mamá me mandaba cepillar los dientes, allí frente al espejo o sentado en la taza sentía como miles de ojos me observaban, sabía que esperaban a que me quedara dormido para saltar sobre mí y atacarme donde era más vulnerable, en sueños.
¿Qué eran? No sabría describirlos con exactitud, según los médicos eran parte de una inquieta imaginación y producto de nosequé conexiones neurológicas.
Decían que no podían hacerme daño, pero en cada consulta yo insistía que me arañaban y me mordían y lo que era aún peor me mostraban visiones terroríficas que hacían que el momento de ir a lavarme los dientes fuera el más temido de mi infancia.
Antes de irme a dormir mi madre rezaba una oración, “cuatro esquinitas tiene mi cama cuatro angelitos que me acompañan Lucas y Pedro, Juan y Mateo y nuestra señora que está en el medio” Me besaba en la frente y me decía “que tengas dulces sueños los angelitos te protegen”. Al apagar la luz me cubría con el edredón temiendo a los cuatro angelitos que me acechaban silenciosos desde
sus esquinas. No entendía el objetivo de rezar, pero mi madre me decía que debía hacerlo por que el señor me ayudaría y si el me ayudaba yo podría dejar de ser el niño de los ojos azules.
Los niños se reían de mis ojeras y mi profesora desconfiada llegó a plantearse más de una vez avisar a los servicios sociales.

lunes, 23 de marzo de 2009

Drogas


Muy del XVIII, muy romántico, pero ellas no se interesaban por los alemanes.

Nido de cuervos / Fetiche



Lo que cambia un color...

miércoles, 11 de marzo de 2009

Short Bread