“¿Quieres una?” Cuando le vi rebozar la nariz por el escalón del portal para esnifar el speed que se le había caído supe que había muchas formas de dolor, pero que esa no era una. Me levanté y empecé a correr como alma que lleva el diablo por la ciudad en la madrugada de ese verano. Atrás creía oír un “tronca” y era una voz que me perseguía, que se me había mordido al cerebro y por eso corría. Cuando paré era casi de día estaba sudando a chorros y me senté en el mirador con los pies colgando al vacío, a mi lado en la pared pintada una frase de Apollinaire: “Vengan al borde, dijo el maestro. Tenemos miedo, dijeron ellos. Vengan al borde, dijo el maestro. Y ellos fueron. El maestro los empujó. Y ellos volaron.” frase inspiradora sin duda que podría haber sido leída bajo la perspectiva de las formas de dolor. Me dio por reír, saqué un cigarro y me atraganté con la risa y el humo, algo realmente mágico con sabor a alquitrán y a mañana.
Lo de las formas de dolor fue todo un descubrimiento, para que negarlo, el chico del speed me conoció en un bar y lo primero que hizo fue echarse en mis brazos, no es que se cayera por ir hasta las cejas es que se me echó encima y me abrazó durante no sabría decir exactamente cuanto tiempo, pero fue largo hasta ser doloroso, hasta que sentí en él una forma de dolor. Le toqué la frente y sin pensar muy bien mis palabras le dije “¿Quién te ha hecho esto?”, luego me di cuenta que olía mal y que tampoco era quien buscaba, él buscaba una pequeña bolsa que se le había caído del bolsillo y luego sonrío como un imbécil, le pegué por que me apeteció y él ni se inmuto. Lo del portal fue la gota que colmo el vaso.
Me gustan los chicos grandes, no los enclenques que rebozan la nariz por cualquier sitio. Me abracé, los chicos grandes y mayores que yo, los hombres de pecho hundido, miopes, que visten camisas y que son como montañas. Ahí, ahí estaba mi forma de dolor, tenía nombre y mujer. Creo que mi fallo fue rebozar la nariz por su pecho, olisqueando una mezcla de tabaco, alcohol y sudor que aún me pone los pelos de punta. Me enciendo otro cigarro. Recuerdo como su pecho se volvió blando y pude meter la cabeza en medio, enmarañar mi pelo y mirar los orificios de su nariz ensancharse. Le lanzaba manos a la cara, a la boca. Dedos hematófagos, ¡eso sí que es una forma de dolor! un bocado y una ventosa succionando.
La mañana había avanzado y decidí volver a casa dando un paseo por donde le llevé aquella noche, otra forma de dolor. Cuando camino por aquí, me paralizo y por eso intento pegarme al grupo de personas más próximo aunque esto genere esas miradas que no duelen, pero molestan. Sí, llegué a decir una frase, algo como cuando los labios se te cortan y sonríes. Ya recuerdo: “ pellízcame” creo que contestó que eso le daba miedo...ese miedo fue un juego en la cama y me dolió. No es que hoy me haya acordado de él, es que hay formas de dolor con apariencia de costra mugrienta pero que palpitan y que sientes tan vivas moverse bajo tu piel. Seguí caminando con las sandalias en la mano y los pies sangrando. Nada que no cure un sueño, en el que siempre pasa lo mismo: él está desnudo y me suplica “pellízcame”, me acerco a él, le pongo la mano en el pecho y le pellizco dejando un cardenal tan rojo que se queda con él para siempre.
miércoles, 10 de marzo de 2010
Formas de Dolor
Publicado por Helena Martín en 17:15
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1 comentario:
El dolor corta, pero curte...
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