miércoles, 19 de diciembre de 2007

John Thomas & Lady Jane



Casi había llegado al amplio camino de herradura cuando él la alcanzó y la
enlazó con su brazo desnudo, rodeando la humedad y la desnudez de su cintura
suave. Ella dejó escapar un grito, se puso derecha y la masa de su carne femenina,
suave y fría, se acercó a su cuerpo. Comprimió salvajemente contra sí aquella masa
de carne femenina suave y fría, que al contacto tomó rápidamente el calor de una
llama. La lluvia siguió cayendo sobre ellos para deshacerse luego en vapor. El tomó
sus cuartos traseros, magníficos y macizos, cada uno en una mano, y los apretó
contra sí frenéticamente, estremeciéndose inmóvil en la lluvia. Luego, de repente, la
levantó y cayó con ella sobre el sendero, en el rugiente silencio de la lluvia, y breve
y cortante la poseyó; breve y cortante había terminado, como un animal.
Se levantó inmediatamente, limpiándose la lluvia de los ojos.
-Vamos dentro -dijo, y comenzaron a correr hacia la choza.
El corría rápidamente y en línea recta: no le gustaba la lluvia. Pero ella
caminaba lentamente, recogiendo nomeolvides, coronarias y campanillas, avanzando
luego algunos pasos y observando su rápida huida.
Cuando llegó con sus flores, jadeante, a la choza, él ya había encendido la
chimenea y las ramas chisporroteaban. Sus pechos en punta subían y bajaban, su
pelo se pegaba con la lluvia, su cara ruborizada y su cuerpo brillaba chorreante. Con
los ojos muy abiertos, con la cabeza pequeña y húmeda, las caderas potentes y
goteando, parecía otra criatura.
El cogió la vieja sábana y comenzó a secarla. Ella permanecía de pie como
una niña. Luego se secó él, tras haber cerrado la puerta de la choza. El fuego ardía
con llama alta. Ella tomó el otro extremo de la sábana y se secó el pelo húmedo.
-Nos estamos secando con la misma toalla, eso significa que habrá pelea -
dijo él.
Ella le miró un momento, con el pelo en un desorden total.


[...]


Ella se volvió y subió a su regazo.
-¡Bésame! -susurró.
Y se dio cuenta de que la idea de la separación estaba latente en la mente de
ambos y acabó entristeciéndose.
Se sentó en sus muslos, con la cabeza contra su pecho y sus brillantes
piernas de marfil muy separadas. El fuego les iluminaba desigualmente. Sentado y
con la cabeza baja, observaba él los pliegues de su cuerpo al resplandor de la
hoguera y el vellón de suave pelo castaño que pendía puntiagudo entre los muslos
abiertos. Extendió el brazo hasta la mesa que estaba detrás y cogió el ramo de
flores, tan húmedo aún que algunas gotas de lluvia cayeron sobre ella.
-Las flores se quedan fuera haga el tiempo que haga -dijo él-. No tienen casa.
-¡Ni siquiera una choza! -murmuró ella.
Con dedos tranquilos prendió algunos nomeolvides del suave vello de su
monte de Venus.
-¡Eso es! -dijo él-. Unos cuantos nomeolvides en el sitio justo.
Ella miró las pequeñas flores lechosas entre el vello púbico de la parte inferior
de su cuerpo.
-¿No es bonito? -preguntó.
-Hermoso como la vida -contestó él. Y colocó una coronaria rosa entre el
pelo.
-¡Vale! ¡Ahí no me olvidarás! Es como Moisés entre los juncos.
-No te importa que me vaya, ¿no? -preguntó inquieta, mirándole a la cara.
Pero su cara era inescrutable bajo las espesas cejas. No mostraba ninguna
reacción.
-Haz lo que te parezca.
Ahora hablaba en correcto inglés.
-Pero no me iré si tú no quieres -dijo ella, apretándose contra él.
Un silencio. El se inclinó hacia adelante y echó otro leño al fuego. La llama
iluminó su cara silenciosa y abstraída. Ella esperaba una respuesta, pero él no dijo
nada.


[...]


-Muy bien, ya estoy armado caballero. John Thomas es el Sir John de tu Lady
Jane.
-¡Sí! ¡John Thomas ha sido armado caballero! Yo soy la dama del pelo púbico y tú
también debes llevar flores. 1 Sí!
Trenzó dos coronarias rosa en el matojo de pelo rojizo dorado sobre su pene.
-¡Mira! -dijo-. ¡Encantador! ¡Encantador! ¡Sir John!
Y depositó algunos nomeolvides sobre el oscuro vello de su pecho.
-No me olvidarás aquí, ¿no?
Le besó en el pecho, colocando un nomeolvides sobre cada pezón y
besándole de nuevo.
-¡Conviérteme en un calendario! -dijo él, y, con la risa, las flores cayeron de su pecho.


[...]


Cuando dejó de verle se estremeció su corazón. Se quedó de pie junto a la
puerta, envuelta en una manta, inmóvil y atenta al silencio húmedo.
Pero volvía ya con un extraño trote y llevando flores. Sentía un cierto miedo
de él, como si no fuera del todo humano. Y cuando llegó junto a ella, sus ojos miraron
a los suyos, pero ella no llegaba a comprender la intención de aquella mirada.
Había traído aquileias y coronarias, tallos de heno, ramas de roble y madreselva a
punto de florecer. Colocó ramitas aterciopeladas de roble en torno a sus senos, y
encima de ellas ramilletes de campanillas y coronarias; una coronaria rosa en el
ombligo, y en su pelo púbico había nomeolvides y aspérulas.
-¡Esta eres tú en toda tu gloria! -dijo-. Lady Jane, el día de su boda con John
Thomas.
Y distribuyó flores sobre el pelo de su propio cuerpo, se colocó un tallo de
acedera en torno al pene y un jacinto en el ombligo. Ella observaba divertida su extraño
apasionamiento, y plantó en su bigote una coronaria que quedó colgando bajo
la nariz.
-Este es John Thomas en su boda con Lady Jane -dijo él-. Y tendremos que
dejar que Constante y Oliver nos abandonen. Quizás...


DH. Lawrence's Lady Chatterley's Lover

La foto es mía al lado del bosque de chopos blancos del cual soy rica heredera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

te llamaré el dia maaas inesperado para exigirte a que me lleves a ver tus futuras tierras...oh noble mia!

y la casa de las conchas pues también.

entre copa y copa y guitarrazo.

yo sostedré el sombrero.Verás como se llena de dineritos:)