martes, 26 de julio de 2011

Separación

-Imaginen por un momento que son capaces de lo siguiente: discernir principio y fin, y en un afán no egoísta descubren que estos dos conceptos no son más que partes separadas.

“Si deciden acabar conmigo, córtenme en dos y mezclen mis pedazos con los de mi amante.”

Esta última frase fue la que tomo el periódico y por la que la descuartizadora pasó a la negra historia criminal.

Cuando salió de casa el día que decidió hacer su visión utópica realidad, llevaba la cabeza de su amante bajo el brazo, el aire de la calle le hizo tener dudas y en un momento de pánico la cabeza se le cayó al suelo perdiendo un diente. En ese momento una mujer en silla de ruedas a motor bajaba a toda velocidad la calle sin un zapato, se detuvo donde estaba la paralizada descuartizadora y ambas se miraron, entonces la mujer en la silla de ruedas señaló un punto en el suelo, la descuartizadora se inclinó para mirar y coger el diente perdido, después rompió a llorar como a quien se le escacharra un juguete, hundió la cabeza en su pecho y la mujer en silla de ruedas le dijo “es muy guapo”.

La gente que se cruzaba por la calle volvía la cabeza ante la grotesca escena, muchas parejas se abrazaban en una postura protectora del estupor y ella pensaba en lo afortunada y envidiada que era. Siguió hasta el metro, sentó la cabeza a su lado e intentó colocarle el diente, la gente a su alrededor estaba paralizada, no sabían si aquella escena era real.

Se bajó en el parque, compró sandwiches en un puestecito y bajo la sombra de un árbol almorzó, luego recostó la cabeza en su regazo y allí permaneció feliz hasta que la arrestaron.

...

-Él y yo solíamos ir a los parques como el resto de parejas, a besarnos y a intuirnos por encima de la ropa, amándonos en la pudorosa cubierta de un montón de fibras, como las del propio cuerpo humano.

Apretándonos en un intento de no ser partes y formar un todo y nos creíamos tan divinos que podíamos intuir ese momento de totalidad al que nunca alcanzaremos, porque básicamente, el cuerpo físico tal y como lo conocemos y nacemos nos lo impide.

Con los ojos cerrados o abiertos pero ciegos, nos veíamos el interior fluir, el corazón latir, regando todo el cuerpo a intuitiva velocidad, llenando cada cavidad, inflamándolo todo. En espasmos de vida, las manos se nos movían sin darles ordenes.

Él ponía su cabeza en mi regazo.

Un día tuve una visión, ¡qué regalo! Ví como su cabeza se le desprendía del cuerpo ¡pop!. Yo la acariciaba como si fuera una mascota, le decía todo el amor que sentía por él y su cabeza me entendía, la metía bajo mi falda, me hacía reír, la acercaba a mi pecho y la mecía en mis brazos. La podía llevar a donde fuera, la gente nos miraba en el metro y les oía admirar mi suerte por tener su cabeza conmigo y yo elegía besarla y colocarla en un estante del salón o sobre un cojín en mi cama.

Por otra parte vi su enorme cuerpo, sin mi ayuda tropezaba constantemente, por eso yo era su guía, bailábamos, nos abrazábamos y hacíamos el amor_ hizo una pausa para suspirar tan hondo que su emoción se volvió un poco contagiosa.

¿Serían capaces de hacer el regalo más generoso? ¿de dar el principio y el fin?

¿Qué pasará cuando tengan que renunciar a una de las dos partes? Si es que todos tenemos que separarnos, no es mejor hacerlo así en un todo divisible_ algunos intentaban mantener la cabeza fría pero hubo un miembro en ese jurado que tuvo que ser declarado nulo porque se puso en pie a aplaudir con los ojos llenos de lágrimas, por despiste y por contagio más gente se sumó al aplauso.

-Aunque me costo mucha fuerza y a mitad de trabajo cuando ya no sabía que era sangre y que lágrimas, cuando no sabía si esa sangre era mía, que en cierta manera lo era, o porqué hacía eso, me entró miedo. Cuando terminé, supe que había hecho bien. El corazón me latía a mil y sabía que mi revelación era cierta, que ahora en dos era principio y fin. Nunca tendré las suficientes palabras para agradecerle lo generoso que fue.

La separación no es algo definitivo, sino el principio de una forma de amar tan generosa que no estamos preparados para ella.

¡Qué fácil es decir “Dámelo todo” o “seamos uno”! Imaginen por un momento que son capaces de lo siguiente: discernir principio y fin, y en un afán no egoísta descubren que estos dos conceptos no son más que partes separadas.

Si deciden acabar conmigo, córtenme en dos y mezclen mis pedazos con los de mi amante. Muelan mis huesos y que mi polvo se mezcle con el suyo por siempre.