jueves, 5 de noviembre de 2009

Donde ya no volveré a verte I

El otro día soñé que me iban a enterrar y creo que fue el día más feliz de mi vida. Había un montón de gente llorando y todo era exageradamente frágil. Estaba pletóricamente pálido y con una sonrisa que quería decir al mundo “joderos”. Lo gritaban en silencio y por eso era tan perfecto porque era un sentimiento sellado en unos labios ligeramente ciruela que hablaban sin la intervención de ningún órgano vivo. El llanto distante de las plañideras sonaba como una canción shoegaze y las notas del piano en el servicio eran como diminutas gotas de lluvia cayendo sobre las briznas de hierba verde intenso del campo como en algún anuncio de agua fresca. Las teclas eran acariciadas como si fuesen finísimos capilares sanguíneos que cuando se pulsaban se rompían en la rojez de una nariz moqueante o en unos ojos hartos de llorar. Preciosísimo, conmovedor y cuando vi a los presentes primero sentí ganas de reír (esto lo haríamos todos si viéramos quien va a comprobar que por fin hemos dejado este mundo) y luego miedo, me preguntaba si se contarían los unos a los otros todas aquellas cosas que había inventado por crear un mundo más estúpidamente/inteligentemente mágico, después de todo soy escritor y así quería que se me recordara. La mierda siempre acaba saliendo a flote pero cuando la abandera una causa literaria pasa más desapercibida y a veces incluso se relame y saborea. Además quería que todos pensarán que mi artificio fue magistral hasta el punto de haberme ido, de haberme colado por el escotillón diciendo “adieu!, adieu!” y que todos siguieran preguntándose qué clase de personaje era ese que había estado en escena.

Continuará
La Generación del CeroNueve

1 comentario:

dEsoRdeN dijo...

Un día de estos tengo pendiente hacer un recopilatorio musical para funerales dEsoRdeNados...