Más panfilos y una letra panfila que adoro:
Todos los coristas quieren más, como el alpinista subir más. Tú, te estas apartando de mi.
Soy una tormenta tropical entre plumas de cojines rotos,o me estoy volviendo loco, o tu te estás acordando de mí.
No me asusta la verdad, gracias, de nada.
¡Sí! ¡qué no!, ¿qué como acaba el cuento? Que me gusta el argumento, mueve el culo, mueve el culo, mueve el culo.
Ya no, ya no me siento las piernas, vaya manera de hacerte la cera y mi bigote aun sin afeitar, tu vas directa a la yugular, directa a la yugular.
Ahora el argumento musical, es perfecto para destaparse, la llamada de la selva y esque estoy suspirando por ti.
Mira que sonrisa no será limosna para comprar flores, descansa en paz, descansa en paz.
Por ti me pongo tan neumático, tu vas directamente a la yugular y vas y me pinchas, directamente, directamente, directamente…
domingo, 30 de diciembre de 2007
Directamente.
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domingo, 23 de diciembre de 2007
Caos.
Propositos para el año que viene; uno dejar de hablar del modernismo Inglés y ponerme más en serio con las miles de millones de cosas que tengo abandonadas, ya os daré la paliza llegado su momento. Ahí va un pequeño relato de hace lustros:
Hay muchas hipótesis sobre el origen del mundo, de todo lo creado, de la vida.
Una de las más bellas proviene de una civilización ya extinta cuyo nombre y lengua son hoy desconocidos, murieron con esta leyenda en sus labios.
El Dios supremo cuyo nombre traducido a nuestra lengua es algo así como “destino” creo a dos seres: un hombre y una mujer. Destino colocó a cada uno en un extremo del universo. Destino observó maravillado los efectos de la soledad en ambos seres y lo que era aún más curioso, parecía que ambos se buscaban, sintiéndose incompletos buscaban a su otra mitad, se necesitaban.
Destino, debido a su naturaleza caprichosa, decidió no unirlos, sino acercar la existencia del uno al otro. Decidió que solo podrían saber la existencia del otro mediante la intuición, para facilitar las cosas creó el viento a partir de los suspiros de la mujer. El hombre sentía como su piel se estremecía cada vez que el viento soplaba, es decir, cuando la mujer suspiraba.
Un día un suspiro de la mujer se enredó en los cabellos del hombre y hasta ella llegó un rizo, fue entonces cuando su intuición le reveló la existencia del hombre y Destino decidió unirlos.
Cuando nació el amor, nació el mundo. Con un beso crearon el firmamento, las caricias crearon los bosques; llenos de vida pero frágiles. Cuando hicieron el amor crearon la vida, todas las criaturas, y así poco a poco fueron creando cada cosa, cada sentimiento y el mundo fue un lugar perfecto.
Quiso el caprichoso Destino truncar toda esa felicidad, todo era tan bello que le aburría y lo envidiaba.
Destino creo el fuego y arrasó todo, incluso los sentimientos del hombre, la mujer, desesperada intentó extinguirlo y creó el frío pero fue inútil, de sus lágrimas creo los océanos, de su dolor la distancia, de su desesperación el barro, de su rabia tempestades y así lo intentó todo para volver a su mundo perfecto, pero solo consiguió devastar el mundo.
Destino atemorizado debido a que se avecinaba la destrucción total, decidió colocar a cada uno en los confines del universo como había sido en el principio.
Cuenta esta leyenda que cuando el viento sopla tan violentamente que parece gritar, es la mujer que en vano quiere hacer intuir su existencia al hombre para volver a crear el mundo perfecto de los orígenes.
Ilustración/garabato de una monguer por ahí.
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miércoles, 19 de diciembre de 2007
John Thomas & Lady Jane
Casi había llegado al amplio camino de herradura cuando él la alcanzó y la
enlazó con su brazo desnudo, rodeando la humedad y la desnudez de su cintura
suave. Ella dejó escapar un grito, se puso derecha y la masa de su carne femenina,
suave y fría, se acercó a su cuerpo. Comprimió salvajemente contra sí aquella masa
de carne femenina suave y fría, que al contacto tomó rápidamente el calor de una
llama. La lluvia siguió cayendo sobre ellos para deshacerse luego en vapor. El tomó
sus cuartos traseros, magníficos y macizos, cada uno en una mano, y los apretó
contra sí frenéticamente, estremeciéndose inmóvil en la lluvia. Luego, de repente, la
levantó y cayó con ella sobre el sendero, en el rugiente silencio de la lluvia, y breve
y cortante la poseyó; breve y cortante había terminado, como un animal.
Se levantó inmediatamente, limpiándose la lluvia de los ojos.
-Vamos dentro -dijo, y comenzaron a correr hacia la choza.
El corría rápidamente y en línea recta: no le gustaba la lluvia. Pero ella
caminaba lentamente, recogiendo nomeolvides, coronarias y campanillas, avanzando
luego algunos pasos y observando su rápida huida.
Cuando llegó con sus flores, jadeante, a la choza, él ya había encendido la
chimenea y las ramas chisporroteaban. Sus pechos en punta subían y bajaban, su
pelo se pegaba con la lluvia, su cara ruborizada y su cuerpo brillaba chorreante. Con
los ojos muy abiertos, con la cabeza pequeña y húmeda, las caderas potentes y
goteando, parecía otra criatura.
El cogió la vieja sábana y comenzó a secarla. Ella permanecía de pie como
una niña. Luego se secó él, tras haber cerrado la puerta de la choza. El fuego ardía
con llama alta. Ella tomó el otro extremo de la sábana y se secó el pelo húmedo.
-Nos estamos secando con la misma toalla, eso significa que habrá pelea -
dijo él.
Ella le miró un momento, con el pelo en un desorden total.
[...]
Ella se volvió y subió a su regazo.
-¡Bésame! -susurró.
Y se dio cuenta de que la idea de la separación estaba latente en la mente de
ambos y acabó entristeciéndose.
Se sentó en sus muslos, con la cabeza contra su pecho y sus brillantes
piernas de marfil muy separadas. El fuego les iluminaba desigualmente. Sentado y
con la cabeza baja, observaba él los pliegues de su cuerpo al resplandor de la
hoguera y el vellón de suave pelo castaño que pendía puntiagudo entre los muslos
abiertos. Extendió el brazo hasta la mesa que estaba detrás y cogió el ramo de
flores, tan húmedo aún que algunas gotas de lluvia cayeron sobre ella.
-Las flores se quedan fuera haga el tiempo que haga -dijo él-. No tienen casa.
-¡Ni siquiera una choza! -murmuró ella.
Con dedos tranquilos prendió algunos nomeolvides del suave vello de su
monte de Venus.
-¡Eso es! -dijo él-. Unos cuantos nomeolvides en el sitio justo.
Ella miró las pequeñas flores lechosas entre el vello púbico de la parte inferior
de su cuerpo.
-¿No es bonito? -preguntó.
-Hermoso como la vida -contestó él. Y colocó una coronaria rosa entre el
pelo.
-¡Vale! ¡Ahí no me olvidarás! Es como Moisés entre los juncos.
-No te importa que me vaya, ¿no? -preguntó inquieta, mirándole a la cara.
Pero su cara era inescrutable bajo las espesas cejas. No mostraba ninguna
reacción.
-Haz lo que te parezca.
Ahora hablaba en correcto inglés.
-Pero no me iré si tú no quieres -dijo ella, apretándose contra él.
Un silencio. El se inclinó hacia adelante y echó otro leño al fuego. La llama
iluminó su cara silenciosa y abstraída. Ella esperaba una respuesta, pero él no dijo
nada.
[...]
-Muy bien, ya estoy armado caballero. John Thomas es el Sir John de tu Lady
Jane.
-¡Sí! ¡John Thomas ha sido armado caballero! Yo soy la dama del pelo púbico y tú
también debes llevar flores. 1 Sí!
Trenzó dos coronarias rosa en el matojo de pelo rojizo dorado sobre su pene.
-¡Mira! -dijo-. ¡Encantador! ¡Encantador! ¡Sir John!
Y depositó algunos nomeolvides sobre el oscuro vello de su pecho.
-No me olvidarás aquí, ¿no?
Le besó en el pecho, colocando un nomeolvides sobre cada pezón y
besándole de nuevo.
-¡Conviérteme en un calendario! -dijo él, y, con la risa, las flores cayeron de su pecho.
[...]
Cuando dejó de verle se estremeció su corazón. Se quedó de pie junto a la
puerta, envuelta en una manta, inmóvil y atenta al silencio húmedo.
Pero volvía ya con un extraño trote y llevando flores. Sentía un cierto miedo
de él, como si no fuera del todo humano. Y cuando llegó junto a ella, sus ojos miraron
a los suyos, pero ella no llegaba a comprender la intención de aquella mirada.
Había traído aquileias y coronarias, tallos de heno, ramas de roble y madreselva a
punto de florecer. Colocó ramitas aterciopeladas de roble en torno a sus senos, y
encima de ellas ramilletes de campanillas y coronarias; una coronaria rosa en el
ombligo, y en su pelo púbico había nomeolvides y aspérulas.
-¡Esta eres tú en toda tu gloria! -dijo-. Lady Jane, el día de su boda con John
Thomas.
Y distribuyó flores sobre el pelo de su propio cuerpo, se colocó un tallo de
acedera en torno al pene y un jacinto en el ombligo. Ella observaba divertida su extraño
apasionamiento, y plantó en su bigote una coronaria que quedó colgando bajo
la nariz.
-Este es John Thomas en su boda con Lady Jane -dijo él-. Y tendremos que
dejar que Constante y Oliver nos abandonen. Quizás...
DH. Lawrence's Lady Chatterley's Lover
La foto es mía al lado del bosque de chopos blancos del cual soy rica heredera.
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martes, 18 de diciembre de 2007
John Thomas & Lady Jane
She was nearly at the wide riding when he came up and flung his naked arm round her soft, naked-wet middle. She gave a shriek and straightened herself and the heap of her soft, chill flesh came up against his body. He pressed it all up against him, madly, the heap of soft, chilled female flesh that became quickly warm as flame, in contact. The rain streamed on them till they smoked. He gathered her lovely, heavy posteriors one in each hand and pressed them in towards him in a frenzy, quivering motionless in the rain. Then suddenly he tipped her up and fell with her on the path, in the roaring silence of the rain, and short and sharp, he took her, short and sharp and finished, like an animal.
He got up in an instant, wiping the rain from his eyes.
‘Come in,’ he said, and they started running back to the hut. He ran straight and swift: he didn’t like the rain. But she came slower, gathering forget-me-nots and campion and bluebells, running a few steps and watching him fleeing away from her.
When she came with her flowers, panting to the hut, he had already started a fire, and the twigs were crackling. Her sharp breasts rose and fell, her hair was plastered down with rain, her face was flushed ruddy and her body glistened and trickled. Wide-eyed and breathless, with a small wet head and full, trickling, na‹ve haunches, she looked another creature.
He took the old sheet and rubbed her down, she standing like a child. Then he rubbed himself having shut the door of the hut. The fire was blazing up. She ducked her head in the other end of the sheet, and rubbed her wet hair.
‘We’re drying ourselves together on the same towel, we shall quarrel!’ he said.
She looked up for a moment, her hair all odds and ends.
[...]
She turned round and climbed into his lap, clinging to him. ‘Kiss me!’ she whispered.
And she knew the thought of their separation was latent in both their minds, and at last she was sad.
She sat on his thighs, her head against his breast, and her ivory-gleaming legs loosely apart, the fire glowing unequally upon them. Sitting with his head dropped, he looked at the folds of her body in the fire-glow, and at the fleece of soft brown hair that hung down to a point between her open thighs. He reached to the table behind, and took up her bunch of flowers, still so wet that drops of rain fell on to her.
‘Flowers stops out of doors all weathers,’ he said. ‘They have no houses.’
‘Not even a hut!’ she murmured.
With quiet fingers he threaded a few forget-me-not flowers in the fine brown fleece of the mound of Venus.
‘There!’ he said. ‘There’s forget-me-nots in the right place!’
She looked down at the milky odd little flowers among the brown maiden-hair at the lower tip of her body.
‘Doesn’t it look pretty!’ she said.
‘Pretty as life,’ he replied.
And he stuck a pink campion-bud among the hair.
‘There! That’s me where you won’t forget me! That’s Moses in the bull-rushes.’
‘You don’t mind, do you, that I’m going away?’ she asked wistfully, looking up into his face.
But his face was inscrutable, under the heavy brows. He kept it quite blank.
‘You do as you wish,’ he said.
And he spoke in good English.
‘But I won’t go if you don’t wish it,’ she said, clinging to him.
There was silence. He leaned and put another piece of wood on the fire. The flame glowed on his silent, abstracted face. She waited, but he said nothing.
[...]
‘Ay! And you? Are you the Lady of the Red-Hot Mortar?’
‘Yes!’ she said. ‘Yes! You’re Sir Pestle and I’m Lady Mortar.’
‘All right, then I’m knighted. John Thomas is Sir John, to your Lady Jane.’
‘Yes! John Thomas is knighted! I’m my-lady-maiden-hair, and you must have flowers too. Yes!’
She threaded two pink campions in the bush of red-gold hair above his penis.
‘There!’ she said. ‘Charming! Charming! Sir John!’
And she pushed a bit of forget-me-not in the dark hair of his breast.
‘And you won’t forget me there, will you?’ She kissed him on the breast, and made two bits of forget-me-not lodge one over each nipple, kissing him again.
‘Make a calendar of me!’ he said. He laughed, and the flowers shook from his breast.
[...]
But he was coming back, trotting strangely, and carrying flowers. She was a little afraid of him, as if he were not quite human. And when he came near, his eyes looked into hers, but she could not understand the meaning.
He had brought columbines and campions, and new-mown hay, and oak-tufts and honeysuckle in small bud. He fastened fluffy young oak-sprays round her breasts, sticking in tufts of bluebells and campion: and in her navel he poised a pink campion flower, and in her maiden-hair were forget-me-nots and woodruff.
‘That’s you in all your glory!’ he said. ‘Lady Jane, at her wedding with John Thomas.’
And he stuck flowers in the hair of his own body, and wound a bit of creeping-jenny round his penis, and stuck a single bell of a hyacinth in his navel. She watched him with amusement, his odd intentness. And she pushed a campion flower in his moustache, where it stuck, dangling under his nose.
‘This is John Thomas marryin’ Lady Jane,’ he said. ‘An’ we mun let Constance an’ Oliver go their ways. Maybe — ’
DH Lawrence Lady Chatterley's Lover
Me entran escalofrios cuando leo esto.
Ilustración de la gran gran Raquel Aparicio Torinos.
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viernes, 14 de diciembre de 2007
Gaviotas
Dejando aparte mi amor hacia los córvidos, que tan educados y elegantes son con su saludo, las gaviotas tampoco me caían mal, tragaban white rolls el doble de grandes que ellas, bailaban en la hierba al lado del starbank y me despertaban por la mañana cuando rondaban el Chancelot Mill.
Me subía al autobus medio dormida y me pegaba por ir en el piso de arriba delante de todo, los lothian buses son geniales te hacen botar y veía como se despertaba Leith mientras en el ipod sonaban migala...
gaviotas, leith y un autobus volador, a veces pienso en lo tonta que soy por haberme enamorado con banda sonora y todo.
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miércoles, 12 de diciembre de 2007
Humilde presentación.
Biographical Notes
-Edward F. Albee was born in Virginia on March 12th 1928.
-Adopted by Reed and Frances Albee. His father was part owner of the Keith-Albee vaudeville circuit.
Education
-He attended the Rye Country Day School, then the Lawrenceville School, where he was expelled.
-Graduating from Choate Rosemary Hall in 1945
-He attended Trinity College in Hartford, Connecticut and he was expelled.
-Left his parents and moved to Greenwich Village.
-Odd jobs; among them he was messenger for the Western Union.
Works
-The Zoo Story, world premiere in Berlin and then in NY, 1959.
-Influences from The Theatre of the Absurd: The Sandbox, 1959. The American Dream, 1960.
-1962, Who’s Afraid of Virginia Woolf? .
-Plot Summary_ A couple; Martha and George play with their guests different twisted psychological games. The play involves the two couples playing "games," which are savage verbal attacks against one or two of the others at the party. These games are referred to with sarcastically alliterative names: "Humiliate the Host", "Get the Guests", "Hump the Hostess", and "Bringing Up Baby".
-Created the Edward F. Albee Foundation in 1967, Montauk, Long Island.
-Wide variety of styles;
• Tiny Alice (1964)
• A Delicate Balance (1966, Pulitzer Prize)
• Box and Quotations From Chairman Mao Tse-Tung (1968)
• All Over (1971)
• Seascape (1974, Pulitzer Prize)
-One maxim; resist the encroachment of commercialism:
“An examination of the American Scene, an attack on the substitution for real values in our society, a condemnation of complacency, cruelty, and emasculation and vacuity, a stand against fiction that everything in this slipping land of ours is peachy-keen”
-Fifteen years of hostility and limited runs:
• Listening (1975) _Oblique Play
• Counting the Ways (l976) _ Oblique Play
• The Lady From Dubuque (1977-78) _Direct Play
• Another Part of the Zoo (1981)
• The Man Who Had Three Arms (1981-82)_Oblique Play
• Finding the Sun (1982-83) _Direct Play
• Marriage Play (1987)_Direct Play
-Triumphant comeback; Three Tall Women (1991, Pulitzer Prize)
-Kennedy Centre Honors, National Medal of Arts, 1996.
-Recent Plays:
• The Play About the Baby (2001)
• The Goat - or - Who Is Sylvia? (2002)
• Occupant (2002)
• Peter and Jerry (Act One: Homelife. ACT Two: The Zoo Story) (2004)
-Successful revival of his play Who’s Afraid of Virginia Woolf?, Broadway season 2004-2005.
-Tony Award for Lifetime Achievement, 2006.
• Me, myself and I (2007)
Publicado por Helena Martín en 12:50 3 comentarios