Desde que era pequeña aprendí que era común tener un pariente almacenado en la gran ciudad. La primera vez que visité la ciudad era navidad, mi hermano y yo estábamos apretujados en dos trencas azul marino y enroscados en varios metros de bufanda. Mi primer recuerdo de Madrid es la canción metálica de los automatismos navideños de unos grandes almacenes del centro. Mi hermano y yo nos mirábamos alucinados como si nos costara creer todo a nuestro al rededor, los cuatro carriles, el mogollón de gente, un tren subterráneo y un montón de cosas que excitaban los sentidos como neones y ruidos de bocina. Madrid era un desplegable, una alacena llena de dulces escondidos.
Cuando eres el ojo derecho y vago de la gran ciudad, Madrid es tu moco del orificio nasal izquierdo. Cuando el ojo llora, la nariz moquea y eso lo sabemos desde siempre. “Si quieres ganarte la vida tendrás que ir a Madrid” Los de mi ciudad siempre sentimos predestinación cada vez que nos plantamos con una maleta aquí, eso y algo parecido a una agorafobia consentida. Así empieza todo, la ciudad ya no cae hacia el río sino hacia el metro y viajando en él aprendes a ver estampas y cuadros vivientes. A veces los miras curioso y te atreves a aventurar una interpretación de lo plano, una historia que nunca preguntarás porque otra de las fobias consentidas comienza a aflorar: hablar para los demás.
Un día te sorprendes conversando antisépticamente con el espejo “aaaaah”, todo en orden, la lengua sigue ahí, pero… por si acaso también la estiras los fines de semana besando a demasiados desconocidos y hablas bla bla. No sabes lo que es un madrileño de pro más allá de lo hojaldrado.
Así pasan los días, no me llame de usted, llámame de tú, llámame tu imbécil o llámame a secas.
Hoy es tarde para ser un domingo y para andar sola por la calle, vuelvo por San Bernardo hasta Gran Vía a paso ligero. Me siento como mi ciudad: luminosa, de repente aparece el Madrid de lo hojaldrado dando tumbos por Gran Vía y os encontráis de frente.
-¿Qué haces por aquí a estas horas?
-Ya ves, dando un paseito para despejar la mente.
-¿Por qué vas sola?
-Necesitaba pensar.
-Y en qué piensas.
- En las clases, en los libros…
Madrid te intenta explicar que la diferencia quizás es sólo estructural, te pide que pienses en los libros que amas, en lo que amas y en lugar de verlos en una enorme y plana mesa de colores cambiantes, lo ves apilado en estanterías y tu asientes, le sonríes y te vas con él a la cama.
-Buenas noches Madrid.
miércoles, 26 de mayo de 2010
Madrid
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viernes, 30 de abril de 2010
Los escritores
No sabía ni como titular esto, en fin... titulo provisional.
* * *
Un café frente a frente tú escribes, yo leo. Hace ya tiempo que tus palabras son del café de las 12:30, de esas que se describen con adjetivos como “sutil”, “bello” o “delicado”. Me ponen furiosa, a veces me lo dices a mí, tan bajo, A MÍ. A veces tengo que buscar mucho y cuando las levanto debajo sólo encuentro insectos retorciéndose.
12:30, vuelves a escribir frente a mí a oscuras donde las luces del noroeste son un brillo en la esquina del ojo de Madrid tan cegado por la contaminación lumínica. Frente a frente tú escribes, yo leo.
Un reflejo especular más, una visión estupenda me hace soltar letras encadenadas en palabras que se hilan en una lengua larguísima, infinita y tú, tú al fin abres la boca y tragas. Frente a frente yo escribo, tú lees.
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jueves, 22 de abril de 2010
La unión e-c II
Huele a gris
Parece que todo duerme pero cuando el invierno se acaba, el mundo explota y llega la época de tormentas en la que el campo desprende calor y la tierra tiene un olor temible. El cantautor huele a gris y no se cambia de camisa después de los conciertos.
Cuando las nubes eran un manchón negro sobrecogedor los mayores te aconsejaban no correr, pero me pilló despistada y cuando un relámpago partió de azul el horizonte verde algo me disparó a toda velocidad atravesando el trigo, buscando el camino a casa. En bajo contaba los segundos que tardaba en sonar el trueno pero nunca recuerdo la fórmula. Un...dos...tres...
Un Vals
Un...dos...tres... y llegó su voz cada vez más cercana y más ronca de lo que la recordaba. Me concentré en la cuenta. A zancadas por el inagotable verde mientras la oscuridad arriba la rompían coronas de dedos de oro. Yo seguí como un piano aporreado en distintas escalas.
Un...dos...tres... me atrevería a afirmar que todos sentimos lo mismo al oírle por primera vez, miedo. Nunca había oído algo así, tan grande. “Te contaré una historia” soy buena contando historias.
Agudo o grave
Quise aprender con todas mis fuerzas a tocar un instrumento y mis padres me presentaron a una prueba en el conservatorio. Nos sentaron a todos en un aula que caía hacia abajo y nos pidieron ponernos los auriculares. “¿Agudo o grave?” preguntaban después de un sonido. Después del tercer sonido me quedé mirando desde esa posición al infinito embobada y marcando casillas al azar. “¿Más agudo o más grave?”. No pasé la prueba, debo de tener mal oído. Quizás sólo a mí me da miedo cuando canta y cuando esto pasa sigo oyendo al examinador diciendo con tono neutro “¿más agudo o más grave?”
La fórmula perdida
Qué bien me hubiera venido recordar la fórmula del sonido y el tiempo para saber cuando se me iba a echar encima la tormenta, en lugar de eso un rayo cayó delante de mis narices. Los que nos hemos deslumbrado viéndolo tan cerca sabemos que en ese preciso instante algo te abandona, alguien te sopla por dentro y sólo percibes ruido blanco. Me tiré al suelo donde la tierra era un cuerpo caliente de olor temible y allí esperé buscando la fórmula perdida, viendo estrellas sucias de color ceniza y oyendo voces distorsionadas. La verdad es que le echo de menos.
Apoyé mi cara contra el suelo, besé la tierra y me abracé todo lo que pude. El sonido atronador lo llenaba todo, montones de muebles arrastrándose por el piso de arriba. “Vete, vete”
Me volví y miré hacia arriba, la verdad es que le echo de menos y entre tanto ruido temible me levanté temblando. Entonces en todo el campo comenzó a llover.
* * *
Me voy a Nueva York y os dejo por Sant Jordi la segunda parte de algo que escribí. Como siempre perdonar por las faltas y demás.
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sábado, 17 de abril de 2010
Ver
“Cuando me vi en la cafetería inclinada sobre un librito para no parecer tan sola tenía el aspecto de esa imagen ya tantas veces utilizada de la flor cabezona con el tallo tronchado. La cabeza colgaba florida y pendulante del cuello a punto de romperse. Me pregunto cómo reaccionaría la gente si dejara que la cabeza se me desprendiera del cuello. La cara se volvería blanda y acabaría aplastándose contra la plancha de mármol que es la superficie de esta mesa y cómo olería todo a roto, el pelo untado en café y la cara salpicada de cerámica de la mala. Pero me sostengo, mirando al librito.
Me vi dando caladas a un cigarro y me pregunto cómo me mirarían si de repente empezara a arder de verdad, si me desprendiera de mí, me volviera ascuas y flotara por todo el bar. Todo el mundo empezaría a toser y a ponerse morado, seriamos un precioso campo de violetas con olor a tocino rancio. Pero, nada de eso. Me vi de muchas formas y me propongo no llegar a ser la misma cara de naufrago de café de ciudad rota y quemada por tanta, tanta sal. Me vi mientras miraba al libro llena de manos que tiraban de mí, unas hacia fuera y otras hacia dentro. Cuando se encontraban, las manos, se abrazaban contorsionándose en nudos imposibles.
Me vi y por no conocerme quiero volver los ojos hacia dentro.
Me vi, leyendo en alto y noto la lengua abandonarme y viajar en su cavidad, blanda y lasciva moviéndose adelante y atrás, no quiero que se oiga lo que de allí sale y no sé por qué en lugar de la boca me vi tapándome la frente con ambas manos y desde entonces he dejado de ver.”
Consiguieron levantarla, la inmovilizaron en la silla y allí se quedó hasta que alguien la soltó:
-Anda, ven
Ella se quedo sentada.
-Venga, vamos
Ella siguió sentada.
-¿Qué te pasa?
Entonces ella empezó a moverse arrastrando la silla con un gesto extraño y torpe. Ese alguien se dio cuenta de lo que pasaba, no sabía que la habían desatado.
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jueves, 15 de abril de 2010
Vuelvo a hacer de las mías
Es decir meterme en un jardín (expresión que siempre me ha gustado) y que creo que viene al pelo para cada vez que me atrevo a postear algo de poesía, si algún día escribo una colección de poemas la llamaré así, superingeniosamente: "Meterme en un jardín"
Aunque lo más probable es que la acabe llamando sutilmente "Métete en mi jardín" de estos títulos que te enorgullecen tanto como para poner tu foto en la contraportada. Eso sí, en blanco y negro, mirando ad infinitum y sosteniéndose la barbilla.
Un collar de cuentas brillantes
iban rodando suaves por la espalda
y se engarzaban preciosas.
Tanto lujo en conocerle.
Un collar de cuentas brillantes
es ahora un rosario cosido en mente
en el que en cada gota se repite
la misma letanía
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jueves, 8 de abril de 2010
La Orgásmica Orgánica/ La Oh Oh
-Bueno, y esta es tú habitación.
…
Se miraron y torpemente empezaron a besarse, golpe de dientes y lucha de lenguas. Ni siquiera disimulaban en secarse la baba que les resbalaba viciosa por las comisuras, por qué iban a hacerlo si se acababan de “conocer”. Aún así no eran ellos mismos.
Presentaciones.
Ella: depredadora sexual de mediana edad de pequeños pechos y gran culo. De espaldas y sentada parecía una pera, pero una pera ideal. Los rasgos faciales que la hacían terriblemente atractiva eran unos enormes incisivos el derecho más adelantado que el izquierdo y un estrabismo hipnótico.
El: canoso atractivo, miope y misterioso. De hecho su misterio no era más que una horrible timidez que le hacía tragar saliva cada vez que iba a decir algo. Cuando decía más de dos frases seguidas el sonido que emitía era cercano al gorjeo, por no hablar de sus miopes ojos paralizados por la toma de conciencia de este último hecho fisiológico.
Tormenta
Se encontraron esa precisa noche. Ella miraba extraño cuando por la esquina de su ojo relampagueó un destello plata , hora de cazar. Como buena depredadora lo acorraló, se plantó delante de él visión periférica y poderosos cuartos traseros, irresistible. Él miro hacia otro lado, tropezó con un taburete y esta fue la señal que gritó “¡ataque! ¡ataque!”. Ella empezó a envolverle y a sonreír enseñando sus enormes dientes y él que se sentía preso intentaba mantener el control mental sobre las palabras que iba a decir. Se pasó todo el cortejo hablando con monosílabos, hasta que en un momento de debilidad soltó dos frases. Los ojos de ella se pusieron enormes, sus pupilas se dilataron hasta parecer un bicho diabólico de mirada ónice. Se quedó como un cacharro sin pilas emitiendo en un loop ridículo ese sonido glotal descuajeringante.
Supongo que él no dijo ni sí ni no, pero allí estaban en su habitación follando. No estuvo ni bien ni mal. Ella consiguió calmar la hinchazón y el hambre de los días desocupados y él consiguió irse después de un tiempo con alguien a la cama. Ella se quedó dormida y él se dedico a mirar en el espejo del baño su cuerpo embadurnado del carmín color cereza de marca conocida aunque no muy cara.
Nascencia
La perspectiva de los colores cambió con la claridad de las 9:30 a.m. de ese día despejado. Él se giró para ver al monstruo de carmín cereza babeando sobre la almohada con su enorme paleta derecha sobresaliendo eróticamente entre sus labios y se empezó a hacer toda clase de preguntas, la mayoría de ellas relacionadas con cómo echar de allí a esa mujer. Aún dormida se giró, él metió la cabeza en la almohada pero ella no estaba despierta, el sol le iluminaba la piel, una piel blanca y casi transparente donde se adivinaban incontables ramificaciones. Una de ellas recorría todo su pecho, se anudaba con otras en un inmenso conjunto orgánico cuyo extremo estaba en la barbilla. Él creyó ver la vida moverse bajo esa piel translúcida, se acercó para tocar el árbol azul y ya no pudo parar. Cuando ella despertó él estaba hundiendo sus labios en sus muñecas, recorriendo una guía de color cielo, oyendo martillar un mudo “estoy viva” en sus ingles, en su pecho, en sus sienes enloquecidas, todo bajo sus yemas. Por primera vez ella se sintió inmóvil, inmensa parte del engranaje de un universo invisible del cual sólo existían pequeñas pistas sembradas bajo la piel.
* * *
En la habitación de al lado se oía una risita repulsiva de alguien que escuchaba los sonidos zoológicos que atravesaban el tabique.
* * *
¿Qué había sido aquello? Cuando acabaron ella se escondió debajo de las sábanas y él salió corriendo de la habitación. ¿Qué había sido todo aquello?
* * *
¿Qué fue?
Cada día fue pasando en blanco, intentando llenar la cabeza, los silencios, las subidas y bajadas en el ascensor, las paradas de metro, los semáforos...Pero ambos tenían una pelota de goma atrapada en el cerebro, soltada fuerte y a mala hostia.
En casa ya, hundida en el sofá y frente a un late-show veía a Letterman machacando a ironías al guapo de Joaquin Phoenix desquiciado balbuceando incoherencias detrás de una barba descuidada y de unas gafas oscuras, probablemente una actuación pactada. Se levantó para prepararse un baño sin tan siquiera darse cuenta de que se había dejado la tele encendida y a todo volumen. Mientras se desnudaba descubrió las pequeñas consecuencias visibles de aquella noche y empezó a acariciarse las marcas de distinta gama de colores desde el rojo al verde y ese azul que le crecía por la pierna. En la tele el público de Letterman se partía de risa. Las mismas risas que llenaban el salón del hombre canoso que estaba frente a la tele en estado catatónico y en calzoncillos.
Fue la risa un poco más aguda y ominosa de uno de los asistentes del público la que les lanzó a la calle y al mismo club donde se habían encontrado.
Crecimiento
Poco después él estaba mirando los mismos nudos hoy amoratados del cuerpo tembloroso y con forma de pera ideal sobre el sofá de skay alumbrados por el resplandor azul de la cbs.
Y sumergidos en un trance exquisito flotaban suaves como empujados por una corriente eléctrica de rayos rotos que empezaban en los pies de ella y terminaban en la enorme vena de su barbilla.
El café y todo empezó a oler a electricidad. Él empezó a seguirla a escondidas por casualidad, a mirar como el viento la mecía al cruzar la avenida, el pequeño rayón azul que en su tobillo se dibujaba por culpa de los tacones, de su muñeca izquierda asomando cuando miraba la hora.
Ella le vio mientras encargaba su café eléctrico. La gente no reprimía miradas molestas del tipo “quita de en medio” al verla en la esquina de esa calle enorme metiéndose toda la mano en la boca. Lo que ellos no veían es que la mujer del polo negro con dos botones desabrochados que servía el café era una pelirroja de piel lechosa a la cual parecía que le habían bordado el pecho de azul violáceo. La imagen de los enormes dientes rastrillándose la mano provocó en un viandante con un poco más de tiempo para pararse a mirar una erupción de risa asquerosa.
Una técnica artística: el grabado
Regresó a casa corriendo con una bolsa de la que sacó un libro de anatomía de la biblioteca, un instrumento afilado y otras cosas que había comprado en una tienda de bellas artes. Abrió el libro por una página en la que la silueta de un hombre invisible y anónimo se dibujaba en rojo y azul, un mapa de venas y arterias, un árbol de la vida, sonrió. Llevó un enorme espejo que estaba en el cuarto de baño hasta el salón donde una vez bajo esa misma luz transparente él gorjeó algo que ella quiso entender como “mi vida” y con precisión milimétrica empezó a dibujarse con un estilete venas y arterias. Se arañó con el suficiente cuidado para que se hincharan las distintas líneas sin que estas se rompieran bajo su piel. Después sacó un fino y pincel y paso horas dibujándose.
Esa noche volvió a bajar al club con un vestido ligero de gasa tipo bata que se anudaba a la cintura y se desanudaba con un solo gesto. Sus ojos estrábicos miraban a su alrededor a una velocidad tal que la hacían parecer un poco demente esperando ver cruzar un destello plata, una mirada paralizada, palabras ahogadas.
-Hola cariño, te puedo invitar a una copa.
…
-Un martini para la señorita.
Dijo aquella sombra segura que pasó su mano por la cintura de ella a la altura del cuello de la pera, le apartó el pelo y se retiró con la mismísima cara que se le queda a uno cuando descubre que ama la belleza externa pero que ignora que la interior, la belleza interior son sólo un montón de vísceras, algo demasiado… en fin demasiado para asimilarse.
-¿Has…has visto…cómo tienes el cuello?, ¿te pasa algo?, ¿estás enferma?
...
Ella sonrió con sus enormes dientes y con sus ojos multidireccionales y la sombra estalló en una carcajada repelente. En segundo plano y en dirección a donde ella tenía clavada la sonrisa estaba él. Saltaron por encima de la gente entre “heys”, “ays” y risas burlonas.
“Mi vida”
Ella se abrió el vestido , puso los ojos entornados y ambos se desvanecieron coreográficamente, ya en el suelo él reptó por el cuerpo de ella hinchado, caliente y palpitante, la misma sensación que tiene una semilla al abrirse y verse desde otro plano creciendo en miles de millones de brazos y dedos azules. No se encontraban, ni se pertenecían pero no, ya no había nada que él pidiera que ella no pudiera darle.
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lunes, 5 de abril de 2010
Quiero que me quieras
Con algún tipo de fuga nasal aguantó el tipo. Él la tenía como pájaro en mano, medio aplastado, febril y con su pequeño corazón haciendo de punzón en las yemas de sus dedos.
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lunes, 29 de marzo de 2010
En el cruce de caminos no tienen
Pain au chocolat que no es ni por asomo un pariente lejano de la napolitana.
Lo que si pasa en el cruce de caminos según la superstición es que se esconde el mal, pero yo esto siempre lo ví. Reponedores con cara de tomarse tubos de pastillas como lacasitos y vicerveza, amas de casa manoseando lascivamente hortalizas, gente con pequeñas bocas aspirando el aroma de los distintos detergentes y cajeras que saben llevar con gran dignidad los sobacos de la blusa de color blanco isabel.
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domingo, 28 de marzo de 2010
Retrato de la artista...
Y me fui como Dedalus a París...
El motivo del viaje fue un pequeño armario de juguete escondido por una niña en el hueco de la escalera de un edificio hace cuarenta años. Una escalera de caracol.
Se me había olvidado viajar a lugares tan remotos.
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lunes, 22 de marzo de 2010
Cuando me googlereo nunca me encuentro
Y como me voy a París no quería dejar el blog abandonado por mucho tiempo y os pongo dos "pudieron ser y no fueron":
Sigo escribiendo, es una manera genial de llenar huecos de memoria.
Sigo pensando que sería más fácil fotografiar una cabeza, un cuerpo abierto o rodar una película, pero van saliendo palabras de la máquina de Faber interior, pulsadas como una lengua primitiva ruda e ininteligible.
* * *
Y pase de la magia de la escarcha azucarada a la primavera espolvoreada de polen.
Y al estornudar en el mirador me di cuenta como nada es aislado, que el viento que mueve ese cerezo me pica en la nariz y que esto en el pecho no es alergia, es pena.
* * *
goo goo googl suena a atragantamiento.
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sábado, 20 de marzo de 2010
Speeding Motorcycle
Homenaje a Yo La Tengo y al gran concierto al que tuve la oportunidad de asistir ayer, una versión preciosa de alguien con un corazón acelerado
* * *
Speeding motorcycle
wont you change me
in a world of funny changes
speeding motorcycle
wont you change me
speeding motorcycle
of my heart
speeding motorcycle
always changing me
speeding motorcycle
dont you drive wrecklessly
speeding motorcycle
of my heart
many girls have taken you out for a ride, hurt you deep inside but you never slowed down
speeding motorcycle
of my heart
speeding motorcycle
lets be smart
because we dont want a wreck
we can do alot of tricks
we dont have to break our legs
to get our kicks
speeding motorcycle
the road is ours
speeding motorcycle
lets speed some more
because we dont need reason and we dont need logic because we got feelin\' and were damn proud of it
speeding motorcycle
theres nothing you can do
speeding motorcycle
i love you
speeding motorcycle
lets just go
speeding motorcycle
lets go, lets go, lets go
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martes, 16 de marzo de 2010
Soldado anónimo
Jimmy Younger doctor, sueño cada noche con él.
Sabe, desde que alguien me contó su historia me persigue. Lo veo, es como si...lo veo todo, la sangre brotando de la herida a borbotones, la sensación en las rodillas. ¿Sabe a qué me refiero doctor? ¿sabe a qué sensación?.
Ci...ci...cierro los ojos y alguien me grita "¡espabila chaval!" pero es confuso, como cuando las cintas se traban y...y, no sé hablo otro idioma...
-¿Inglés?
-¡Exacto! Inglés.
-Es porque usted toma profunda consciencia de la figura de Jimmy Younger.
- Y luego, bueno luego, siempre quiero escapar, pero la herida es profunda.
-¿le disparan?
-No, no es eso.
-Un compañero quizás.
-N...n...no es eso.
-Supongo que se trata de algún tipo de simbología, sería cuestión de revisar ciertos aspectos oníricos y tal vez...
- NO, no es eso. Es, es la herida.
* * *
Hoy me he encontrado esta nota que escribí hace un tiempo, creo que viene de cuando hacía un curso del máster sobre los brigadistas en la guerra civil española y en concreto lo escribí tras leer un libro de T.C. Worsley llamado "Behind the Battle" que no era ni de lejos la mejor novela escrita por un brigadista, pero que como todas ellas (por lo inevitable del contexto) te movía por dentro.
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miércoles, 10 de marzo de 2010
Formas de Dolor
“¿Quieres una?” Cuando le vi rebozar la nariz por el escalón del portal para esnifar el speed que se le había caído supe que había muchas formas de dolor, pero que esa no era una. Me levanté y empecé a correr como alma que lleva el diablo por la ciudad en la madrugada de ese verano. Atrás creía oír un “tronca” y era una voz que me perseguía, que se me había mordido al cerebro y por eso corría. Cuando paré era casi de día estaba sudando a chorros y me senté en el mirador con los pies colgando al vacío, a mi lado en la pared pintada una frase de Apollinaire: “Vengan al borde, dijo el maestro. Tenemos miedo, dijeron ellos. Vengan al borde, dijo el maestro. Y ellos fueron. El maestro los empujó. Y ellos volaron.” frase inspiradora sin duda que podría haber sido leída bajo la perspectiva de las formas de dolor. Me dio por reír, saqué un cigarro y me atraganté con la risa y el humo, algo realmente mágico con sabor a alquitrán y a mañana.
Lo de las formas de dolor fue todo un descubrimiento, para que negarlo, el chico del speed me conoció en un bar y lo primero que hizo fue echarse en mis brazos, no es que se cayera por ir hasta las cejas es que se me echó encima y me abrazó durante no sabría decir exactamente cuanto tiempo, pero fue largo hasta ser doloroso, hasta que sentí en él una forma de dolor. Le toqué la frente y sin pensar muy bien mis palabras le dije “¿Quién te ha hecho esto?”, luego me di cuenta que olía mal y que tampoco era quien buscaba, él buscaba una pequeña bolsa que se le había caído del bolsillo y luego sonrío como un imbécil, le pegué por que me apeteció y él ni se inmuto. Lo del portal fue la gota que colmo el vaso.
Me gustan los chicos grandes, no los enclenques que rebozan la nariz por cualquier sitio. Me abracé, los chicos grandes y mayores que yo, los hombres de pecho hundido, miopes, que visten camisas y que son como montañas. Ahí, ahí estaba mi forma de dolor, tenía nombre y mujer. Creo que mi fallo fue rebozar la nariz por su pecho, olisqueando una mezcla de tabaco, alcohol y sudor que aún me pone los pelos de punta. Me enciendo otro cigarro. Recuerdo como su pecho se volvió blando y pude meter la cabeza en medio, enmarañar mi pelo y mirar los orificios de su nariz ensancharse. Le lanzaba manos a la cara, a la boca. Dedos hematófagos, ¡eso sí que es una forma de dolor! un bocado y una ventosa succionando.
La mañana había avanzado y decidí volver a casa dando un paseo por donde le llevé aquella noche, otra forma de dolor. Cuando camino por aquí, me paralizo y por eso intento pegarme al grupo de personas más próximo aunque esto genere esas miradas que no duelen, pero molestan. Sí, llegué a decir una frase, algo como cuando los labios se te cortan y sonríes. Ya recuerdo: “ pellízcame” creo que contestó que eso le daba miedo...ese miedo fue un juego en la cama y me dolió. No es que hoy me haya acordado de él, es que hay formas de dolor con apariencia de costra mugrienta pero que palpitan y que sientes tan vivas moverse bajo tu piel. Seguí caminando con las sandalias en la mano y los pies sangrando. Nada que no cure un sueño, en el que siempre pasa lo mismo: él está desnudo y me suplica “pellízcame”, me acerco a él, le pongo la mano en el pecho y le pellizco dejando un cardenal tan rojo que se queda con él para siempre.
Publicado por Helena Martín en 17:15 1 comentarios
miércoles, 24 de febrero de 2010
Conversaciones en Leith
Con su andar pendular y brioso el añejo Johnnie Walker pasó un día más al lado de su amigo gris de rostro pétreo Robert Burns, quien como siempre socarronamente le saluda:
- Guid eenin Mukker! ¿Cómo te trata la vida?
- Me trata que ya es suficiente.
- Parece que hoy también lloverá.
- Y cuando no maldita sea.
* * *
Tengo el blog un poco abandonado y la razón es que por fín voy a publicar algo y ahora estoy con el encarguito, me temo que es a nivel muy muy pequeño pero algo os podré contar por si me queréis bien y me queréis rica y estupida espero que compréis el libro. De momento sólo sé la fecha de entrega el 31 de marzo y que se llamará "Un hoyo cavé..." También sé que trata de hoyos y no digo más. En fin contenta y feliz como una codorniz me despido por hoy.
Publicado por Helena Martín en 2:37 6 comentarios
martes, 16 de febrero de 2010
Moth
Mi peor faceta la de poeta de Aldeaseca. Esto lo escribí en la biblioteca de filosofía y letras de Valladolid. Recuerdo que estaba haciendo tiempo para ir a una asignatura de máster sobre Shakespeare y Cervantes. Se me había antojado buscar el "songs of innocence and experience" de Blake (estaba nostalgica o tenía hambre) y quise escribir sobre luz y sobre un tigre. Pero me pasó como a los japoneses del periodo edo que no tenían al animal a mano para ilustrarlo: tenía el pellejo disecado pero sin ojos. Me acordé de un verso de E. Dickinson sobre un tigre: "His mighty balls- in death were thick-" pero el tigre me venía muy grande y escribí sobre una polilla. Hoy he visto en un blog un texto precioso sobre una polilla y he decidido rescatar esto(aunque estoy en fase "si pero no, pero si pero no").
* * *
Revolotea en los párpados la caricia de la luz
eléctrica
Retrocede la pupila y a su visión se acerca
eufórica
Un ascua encendida que asciende y aspira
excitada
Tilila en las paredes sombras de estrella
cautiva
en un abrazo dactilar, en polvo plateado
El sueño de una noche de verano.
* * *
Como siempre me arrepentiré de seguir escribiendo poesía... Creo que esto es por culpa de "losquevistendenegro"
Publicado por Helena Martín en 12:42 3 comentarios
sábado, 13 de febrero de 2010
First we take manhattan
Hoy en Barcelona el día está muy Leith. Dejo un retrato de la joven artista y el título de una canción de Leonard Cohen que se me ha venido a la cabeza cuando estaba en el maremagnum. Aaah! fines de semana y centros comerciales ya os contaré algún día el problema que tengo con ambos de momento disfruten de mi "brand new" afición.
Publicado por Helena Martín en 6:08 1 comentarios
sábado, 23 de enero de 2010
Demencia Espacial
Parido con dolor y bueno espero que después del bajón recupere el ritmo...
Cuando lo terminé le dí un beso con lengua al monitor lcd y está tan fresco que no me hago responsable de los más que probables fallos.
* * *
Demencia Espacial.
“Todo aquel que desee participar y formular sus preguntas es libre de hacerlo” El salón de actos estaba a reventar esperando el gran acontecimiento. Sillas plegables, una decoración un tanto infantil y en la tarima una mesa en la que tres de los delegados de las distintas áreas moderaban las intervenciones y daban la palabra ordenadamente. Llevo puesto un traje sobrio, bastante sobrio y al mirarme en el espejo del hall veo difuminados los rasgos que me habían hecho digna de estar allí, parecía otra y era yo misma. Abro la puerta con mente temblorosa pero con mano firme y para mi sorpresa el salón ni siquiera nota la interrupción, frente a mí un largo pasillo formado por las sillas plegables, de fondo un enorme telón color salmón y bajo el telón un mural con las fotos de los fundadores y el símbolo de la asociación.
Aquella semana como tantas otras había estado de viaje por muchos lugares, quizás demasiados y desde luego más que de costumbre. Me probaron durante un tiempo. Primero la enorme silla giratoria en la que sientes que tus músculos faciales se vuelven elásticos, tensos, luego cada vez más blandos y terminan por desaparecer en una masa de puré de cara. También me hundí en esa enorme piscina de pruebas con todo el equipo encima sólo para demostrar que podía con la ingravidez y que en tales condiciones podía maniobrar y manipular lo que a mi al rededor se hallaba y por último toda clase de pruebas psicológicas. No puedo decir si pasé los test o no, sólo sé que terminé confundida y con dolor de cabeza, frotándome los ojos enrojecidos por enfrentarse a toda clase de desafíos mentales. Si estoy aquí supongo que tengo que estar orgullosa por pertenecer a esta asociación, supongo que de alguna forma he ganado, que soy la mejor y mi premio ha sido el viaje.
Antes de que el viaje comenzará el médico me dio unas pastillas, para los mareos o algo así y me pasé semanas vomitando. Cuando los ojos se me llenaban de lágrimas y lloraba gotas muy saladas pensaba que quizás por fin había aprendido cual es la forma y el objetivo de llorar: vaciarse por dentro, y vacía todo era como una enorme, roja y brillante manzana de cera : apetecible, pero plástico al fin y al cabo. Desde que me dieron las pastillas me arden las entrañas. A veces me alegro de sentirlas y otras veces alargaría un brazo por mi garganta y me volvería de dentro a fuera como a un calcetín. Todos los de la misión tenemos que pasar por procesos similares.
Y siendo un tronco hueco subí al autobús puesto por la organización, apoyé la mejilla contra el frío cristal, quise dormir, pero el zumbar de mi misión me recordaba lo importante que era y que tendría que ser valiente cuando llegara el momento. Tenía los típicos nervios que te hacen imaginarte saliendo de cosas peores y hablar para ti mismo “pero si no pasa nada, tú eres capaz de esto y más. TÚ. ERES. CAPAZ”. Durante el viaje me inclinaba cuando el autobús tomaba una curva lo que tendría que haber sido terriblemente molesto para la persona sentada en el asiento de al lado de no ser por que iba profundamente dormida, las pastillas quizás, me giré en el asiento y vi que todo el mundo dormía reinando un silencio estremecedor, manzana de cera, curvas cerradas, tu eres capaz...¡capaz! Imaginaba que nos estrellábamos, manzana de cera, yo soy capaz "¡CERA!" grité, cuando lo que quería haber gritado es “¡CAPAZ!”. Miré a mi alrededor y nada. Me enrosqué en un ovillo de mocos, pelos, y lágrimas vomitivas. Me tragué la pastilla y sentí como se quedó para siempre en mi garganta.
Los tacones avanzan ya hacia el estrado dispuesta a decir lo orgullosa que estoy de estar aquí y de lo duro que había sido el periodo de pruebas, en lo valientes que éramos todos, en las maravillas del programa, en lo estupendo del viaje, en que mi vida había cambiado, gracias a Mr. Tal, muy agradecida Mr. Pascual. Los delegados me dan paso y mientras me presentan repito en voz baja el principio de mi discurso: “Dicen que los que van al espacio vuelven todos tocados (pausa para risas) Yo, nunca pude volver.”
Se oye un golpe seco en el salón al que quiero prestar atención pero tengo cosas más importantes en mente, mi discurso, un discurso de cera apetecible para mi y los que lo oigan, pero de plástico e insípido. Pienso seriamente en cambiarlo y contar lo que de verdad había supuesto ese viaje para mi, llegué al programa porque un día conocí a alguien.
-Siempre había tenido ganas de conocerte, nos hemos visto un par de veces pero nunca me he atrevido a ir más allá. Le dije al escocés de ojos color miel vidrioso.
Fuimos a pasear y nos colamos en un restaurante lleno de gente, no teníamos reserva pero entramos sin importarnos los estirados que nos miraban hablar con ese acento, esa erre a tropezones y esos lengüetazos que nos metíamos.
-Quiero más de tí. Le dije al escocés.
Y él me lo dio, sabía cantar y hacer música de lo que nos rodeaba, era interesante y escuchaba, reía cuando tenía que reír, llorábamos cuando teníamos que llorar, me hacía feliz, furiosa, atractiva, despreciable, me hacía ser lo que quisiera ser y me hacía odiar lo que era.
A través de sus ojos veía y eran ellos los que me resguardaban de la visión del mundo. A través de sus ojos descubría.
Como dije, fue él el que me hizo entrar en el programa y gracias a él estoy haciendo este viaje. La ingravidez no se parece en nada a la de estar sumergida en una piscina, el cuerpo se comporta de manera distinta a como lo hacía durante las pruebas. No soy blanda, no tengo textura. La oscuridad es muy diferente y aquí a millones de kilómetros de la tierra os veo a todos manzanitas de cera y me descojono. Oigo por la radio que me llama todo el centro de control de la tierra “¡¡vuelva!! ¡¡vuelva!!” oigo a mi Escocés reír de fondo. Repaso por última vez el principio del discurso: “Dicen que los que van al espacio vuelven todos tocados (pausa para risas) Yo, nunca pude volver.”
Publicado por Helena Martín en 14:02 6 comentarios
Siempre he querido chupar un carrete de fotos
De momento sólo he conseguido una cámara reflex digital y es un pequeño entretenimiento. De momento me atrevo con los monumentos. Para muestra un botón.
Publicado por Helena Martín en 13:17 1 comentarios